Capítulo V
Maler sonrió—paciencia mi…
De pronto calló y todos se miraron, ahora notaban que la esencia del pelirrojo estaba lejos, pero habían estado tan distraídos que no se habían percatado cuando se alejaba.
—¡Que mierda!—exclamó Ehre saliendo del salón seguido de los otros dos.
Antes de salir de la casa Hund los interceptó, estaba agitado y con los ojos llorosos —el chico escapó y Gelb está herido.
—¡Qué!—exclamó con asombro Maler.
Rápidamente los tres mayores corrieron al sótano, cuya entrada estaba afuera de la casa, Hund por su parte se quedó de pie, confundido con un revoltijos de sentimientos encontrados.
En el sótano se toparon con Ode atendiendo la herida de un Gelb acostado boca abajo en la cama, lívido como un papel.
—¿Qué pasó?—preguntó Ehre secamente.
—No es nada de qué preocuparse—dijo Ode sin interrumpir su labor—la herida es muy superficial, se desmayó por la presión emocional.
—Que tú provocaste—dijo Ziel con tranquilidad.
La mujer lo miró con desprecio.
—Qué quieres decir—preguntó Maler un poco aliviado, por la cara de Hund había creído que el asunto era muy grave.
—El mocoso está lejos—interrumpió Ehre, más para sí mismo que para los demás—Maler,
acompáñame—dijo mirando a Ziel, ordenándole tácitamente que velara por Gelb.
Este asintió.
Una vez fuera del sótano percibieron la esencia de Naivität con facilidad y sin decir nada se adentraron en el bosque.
En la cueva, frustrado por no poder besarlo a placer, Verräter se separó un poco y le rasgó la camisa, Naivität trató inútilmente de impedirlo, empujándolo para alejarlo pero parecía que intentaba empujar una pared de concreto, no se movía.
Verräter se detuvo a mirarlo—Oh, ya le diste el culito a otro—comentó al ver la marca en su cuello—malagradecido, la primera probada debió ser para mí—exclamó relamiéndose y sujetando con fuerza el pequeño cuerpo lo derribó situándose sobre él.
—¡Déjame ya, maldito!—gritó Naivität furioso, su voz había perdido el temple—¡Suéltame!¡Que me dejes!
Tomándolo con brusquedad, otra vez del cabello, intentó nuevamente introducir su lengua, pero Naivität cerró la boca y nuevamente apretaba los labios, para ayudarse, Verräter le pellizcó con algo de fuerza la rosada tetilla, cuando el pelirrojo gimoteó adolorido metió su lengua invadiéndolo a placer, mezclando su saliva con la de Naivität, escudriñando cada rincón de esa deliciosa cavidad y casi ahogándolo en el proceso, mientras restregaba su cuerpo sobre el menor para que sintiera su sexo duro, pulsando ansioso por penetrarlo. Sentía las uñas del pelirrojo clavándose en sus hombros, los golpes y tirones, todos esos esfuerzos que el pequeño hacía para liberarse lo excitaban como a un animal en celo.
—Eres hermoso—le dijo al abandonar su boca y apoderarse del níveo cuello, mordisqueándolo y besándolo como un poseso.
—¡No! ¡Basta!—aulló Naivität sintiendo repulsión, desesperación, angustia todo mezclado para atormentarlo-¡Déjame, maldito, déjame!
Verräter lo ignoró, dejó un camino de besos sobre el suave pecho y luego atrapó un rosado botoncito para succionarlo con fuerza al tiempo que le bajaba los pantalones.
—¡No Verräter! ¡no!—gritó revolviéndose furiosamente.
Afuera, los dos primos escucharon el último grito y fue Ehre el primero en entrar en la cueva, sintiendo de pronto desesperación. Al ver lo que sucedía la ira se apoderó de cada resquicio de su cuerpo y con una fuerza sobrehumana golpeó a Verräter, estrellándolo contra una pared, liberando al fin al pelirrojo.
Maler, que había entrado tras Ehre, se impactó al ver la reacción de su primo con los ojos llenos de ira, raro en él que nunca dejaba traslucir ningún sentimiento. Avanzó hasta Verräter y lo remató aplastándole el cráneo. Volvió su vista hasta su primo y ensanchó los ojos descomunalmente. Ehre ayudaba al pelirrojo a ponerse de pie y le subía los pantalones puesto que el chico estaba tan conmocionado que no lograba hacerlo solo, luego vio como el azabache se quitaba su chaqueta y se la colocaba al pelirrojo. Con su fino oído pudo escuchar lo que Ehre le susurraba al menor
—Tranquilo, ya paso, estoy aquí—le dijo abrazándolo.
Naivität se aferró a él, con su rostro pegado al pecho de su secuestrador y que irónicamente ahora le trasmitían tanta seguridad. No pudo más y lloró sin tapujos, estaba muy alterado, no sólo por lo que estuvo a punto de hacerle Verräter, sino precisamente porque fuese Verräter, la única persona en la que confiaba en el mundo.
Ehre le acarició el cabello con dulzura queriendo consolarlo, se inclinó lentamente para no asustarlo y lo cargó, sintiendo como el chico hundía el rostro en su cuello y seguía llorando.
Maler tardó un poco en reaccionar y seguir a Ehre quien ya había salido de la cueva con su preciosa carga. Al iniciar el camino de regreso sonrió internamente —“así que ya te atraparon, querido primo”—pensó divertido.
Continuará…
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