jueves, 29 de enero de 2015

Un ángel llora 1-2


Capítulo I


           Transitaban por las solitarias calles de la lujosa urbanización Roadgreen al este de Holanda. Gerard conducía, era el médico cirujano de mayor prestigio en toda Europa y por tanto una de las personas más adineradas. Tenía un porte elegante,1,95 cm de estatura, piel blanca y cabellos y ojos negros, su mirada era fría mas esto solo conseguía acentuar su belleza. A su lado iba su amigo Franz, también médico, de 1,92 cm de estatura, cabello castaño y ojos negros, su carácter era despreocupado, amable y conversador; demasiado para el gusto de su amigo. Se conocían desde la infancia y su amistad era sincera. Franz parloteaba mientras Gerard no despaga los ojos de la calle deseando que algún poder mágico dejara mudo a su amigo cuando de pronto ensanchó los ojos:¡un chico cruzaba la calle corriendo frente a ellos! Frenó. Trató de esquivarlo, el ruido de los cauchos barriéndose en el pavimento fue ensordecedor, pero no logró evitar golpearlo, el chico cayó bruscamente y se quedó Inmóvil en el pavimento.

—¡Maldición!—reaccionó Gerard bajando del auto y yendo hacia la víctima.

Franz tardó unos segundos en asimilar lo ocurrido, soltó un profundo suspiro y bajó del auto, vio a Gerard tomándole el pulso al menor quien se veía muy pálido.

—Está...vivo—preguntó tímidamente.

Gerard no contestó, tomó en brazos al jovencito y se acercó a su amigo—toma-dijo ofreciéndoselo.

—...¿eh?...sí—contestó descolocado obedeciendo.

—Sube rápido—dijo Gerard pasándose la mano por el cabello.

         Franz asintió, notó que su amigo estaba espantado pero trataba de mantenerse tranquilo, entonces se percató que temblaba. Durante el resto del viaje se mantuvo un silencio tétrico, Franz constantemente se cercioraba de la respiración y pulso del chico al tiempo que presionaba la herida que tenía en el muslo derecho para detener la hemorragia, miraba de reojo a Gerard y percibía su desconcierto.

—"Creí que había logrado frenar"—pensó frustrado Gerard, se le había hecho un nudo en la garganta cuando vio al jovencito tendido en el pavimento-mierda-murmuró imperceptiblemente.

 Llegaron a una lujosa quinta, y rápidamente bajaron del auto y entraron, fueron a la recamara principal y depositaron al chico en la cama, Gerard apartó los flequillos rubios del chico para verle mejor el rostro y a pesar de la situación ambos contemplaron embelesados por unos segundos la belleza del crio. Gerard bufó molesto consigo mismo y volvió a su trabajo, con sus manos rasgó el sweater del menor para sacarle la prenda y poder revisarlo, entonces ambos hombres se sorprendieron, el chico tenía marcas amoratadas en las muñecas que indicaban que había sido maniatado y en el cuello exhibía ¡ un chupón! los hombres intercambiaron miradas de desconcierto. Gerard le quitó el pantalón para ocuparse de la herida del muslo derecho, una cortada de unos cinco centímetros y algo profunda, Gerard sacó una sábana y le quitó la mayor parte de la sangre, tomó un antiséptico y le limpió la herida, todo esto con una rapidez casi sobrehumana.

—En el baño hay hilo y aguja antiséptica—dijo Gerard.

Franz fue a buscarlo, insertó el hilo en la aguja, Gerard la tomó y cosió la cortada.

—Busca agua caliente—le dijo a su amigo notando que los tobillos del menor también estaban amoratado, es decir, también lo habían atado de pies. Sin poder controlarse empezó a sentir que su corazón latía fuerte, sentía una ira incontrolable al pensar que habían abusado sexualmente de un chico tan indefenso, Gerard quería cerciorarse, pero quería hacerlo solo, así que esperó a que Franz saliera de la habitación en busca del agua.

       Sin darse cuenta Gerard acarició la piel nívea suavemente, lo revisó con cuidado y se alivió al constatar que el muchacho seguía siendo casto. Seguramente el chico había conseguido librase de su agresor, Gerard frunció el ceño mirando al chico y pensó que con su contextura y tamaño no podría ofrecer mucha resistencia…tal vez un milagro.
 Franz llegó y con el agua caliente limpiaron bien los raspones y laceraciones, luego colocaron antisépticos y a los moretones antiinflamatorios, vendaron además el pie izquierdo pues tenía una luxación. Gerard buscó en la cómoda uno de sus pijamas, era demasiado grande para el rubio pero por ahora era lo único que podía ofrecerle y con ayuda de Franz lo vistió. Gerard cargó con suavidad al chico.

—Cambia la sábana— le dijo a Franz.

         Franz obedeció y rápidamente tendió la cama con una sábana limpia y Gerard entonces depositó suavemente en ella al chico. El pelinegro además pudo detectar anemia y deshidratación, salió un instante de la habitación y luego volvió con suero, se lo puso en el brazo al menor para luego arroparlo. Franz percibió una delicadeza inusual en su amigo y sonrió.

—El maldito que lo atacó no se salió con la suya— comentó Gerard ni bien salió.

—Vaya susto que nos pegó—dijo Franz soltando un suspiro.

Gerard se sirvió un whisky y tomó el trago de golpe.

—¡Oye, primero los invitados!—se quejó fingiendo molestia al tiempo que se sentaba en un sillón de cuero.

        Gerard gruñó y le sirvió a su amigo para luego volver a servirse a sí mismo, pensar en que hubo un bastardo que se atrevió a atacar al chico le hacía hervir la sangre.

—¿y ahora?—preguntó Franz.

—Ahora qué—preguntó a su vez Gerard dejándose caer en el sofá y aflojando su corbata.

—Es menor de edad, supongo que hay que ubicar a sus padres—dijo encogiéndose en hombros.

Gerard sorbió un poco de su trago-primero quiero saber quién lo atacó.

Franz frunció el ceño-pero estás loco, te puedes meter en un lío…

—Pudo ser el padre—cortó secamente Gerard.

—“Pero eso que tiene que ver contigo”—pensó Franz sin atreverse a decirlo en voz alta.

—sólo me cercioro, después veré—comentó como si nada.

Franz se rascó la cabeza-por qué no dejas mejor que las autoridades…

—Sólo serán un par de días—cortó nuevamente Gerard algo molesto—hablaré con Helmut.

Helmut era un comisario muy amigo suyo quien le tenía gran estima por haber salvado a su hijo al operarlo hace años.

—Bueno, sí así lo quieres—comentó resignado Franz—por lo menos él es muy discreto.

        Una hora después Franz se marchó a su casa, recordándole a su amigo que podía llamarlo a cualquier hora si lo necesitaba, Gerard asintió sabía que podía confiar en su amigo.


Capitulo II


        Ya eran las tres de la tarde del día siguiente, la mucama había terminado sus labores, era una mujer mayor que apreciaba mucho a Gerard, así que no hizo preguntas sobre el jovencito que dormía en el cuarto de huéspedes. Gerard volvió a su casa junto a Franz.

—Buenas tardes señor—dijo la mujer inclinando la cabeza.

—Cómo estuvo todo—preguntó él.

—Hola señora Elsa—saludó Franz.

—Buenas tardes señor Franz—saludó ella sonriendo—el niño durmió tranquilo, parece un angelito—comentó recordando el aspecto dulce del chico.

 —Bien-dijo sacándose el saco—Franz, ve a cambiarle el suero, debe estar cerca de acabarse.

—Oye no soy una enfermera—masculló, pero Gerard le echó tal mirada que sólo contestó con  poco molesto—sí, ya voy.

 —Señor, ya me voy—le informó la anciana ya que su horario había terminado.

—Está bien—dijo Gerard con su rostro estoico—la espero mañana.

 —Sí—dijo ella y tomando su bolso se fue.

        Gerard iba a la cocina a beber un poco de agua cuando escuchó un estruendo proveniente de la habitación del chico, contrariado se apresuró y al llegar a la puerta se encontró a Franz abrazando al chico por detrás, forcejeando con él, la mano del chico sangraba porque se había arrancado el suero y hacia amago de gritar pero tenía la garganta tan irritada que apenas se oía. Franz le rogaba que se tranquilizara mas no surtía efecto.

—¡Basta!—habló fuerte Gerard—o te calmas o te sedo—amenazó.

 Franz sintió como el chico se estremecía y se quedaba quieto.

—Mira eso—reprendió enojado señalándole la mano herida—y tú tobillo, por qué te levantas, no quiero que camines-reprendió acercándose a él con paso firme.

Franz percibió el temblor del menor, era un chico muy bajito,1,52 cm,pero se defendía como una fiera.

—Por eso odio a los mocosos—comentó con enojo Gerard y agachándose cargó al chico con sólo un brazo como se hace con los niños, sosteniéndolo con el brazo debajo de su trasero. Pudo entonces escuchar los latidos alterados del chico y sentir su temblor, Gerard cayó en cuenta que después de todo el chico venía de haber sufrido un trauma y era normal que estuviese alterado.

—Se quiso lanzar por la ventana—dijo Franz.

—¡Qué!—exclamó con asombro Gerard—estás loco mocoso—preguntó pero el chico no le respondió y tampoco le podía ver su rostro. Gerard lo llevó a otra habitación, una sin ventanas, y lo depositó en la cama—quiero que te estés quieto—le tomó la mano y pudo sentir lo fría que estaba, el jovencito estaba muy alterado.

—No te va a pasar nada—le dijo Franz y de pronto le sonó el biper-demonios tengo una emergencia ¡rayos!

—Pues ve—dijo Gerard curando la mano del menor.

—Estás seguro—preguntó preocupado.

—Tranquilo yo manejo esto.

—Bueno-dijo no muy convencido—ya sabes, cualquier cosa me llamas.

 —Bien-contestó secamente sin dejar su labor.

—Bueno, nos vemos—dijo al salir—adiós pequeño.

         Una vez solos Gerard terminó con la mano y comenzó a desabotonarle la camisa pero sintió que el chico le ponía la mano en el pecho como intentando detenerlo, era un toque suave a Gerard hasta se le hizo tierno, miró los ojos del chiquillo y se embelesó, estos eran dos cuencas hermosas de cielo azul pero estaba aterrado y Gerard comprendió-"que bruto soy"—pensó —soy médico, te quito la camisa para revisar tus heridas—le explicó creyendo que así lo tranquilizaría.

        El chico bajó la mano, Gerard suspiró, estaba exaltado y eso le preocupaba, era la primera vez que se sentía así con un paciente. Revisó moretones y raspones. Iba a revisar los ojos y se encontró con las lágrimas silenciosas del menor quien veía el techo fijamente. En la mente de este sólo había una frase retumbando en su cabeza:¡tengo que escapar!

Gerard le acarició la mejilla limpiándole las lágrimas, quería decirle algo reconfortante pero era muy torpe con las palabras—ya está—dijo abotonándole la camisa al menor—supongo que no quieres que te ponga suero.

El chico lo miró con miedo.

—Entonces—dijo tomando eso como un no—tendrás que comer, te voy a cargar porque tienes el tobillo luxado, no es conveniente que camines—le explicó, pues creía que esa era la mejor manera de hacerle entender que no lo dañaría. Lo tomó en brazos y lo llevó a la cocina, había pensado sentarse con él en el balcón pero con eso que iba a lanzarse por la ventana, cambió de idea. Vio que Elsa había preparado sopa y sonrió, esa viejita sabía siempre lo que necesitaba, la calentó y se la sirvió al menor quien observó la comida con indiferencia. -come-ordenó el mayor.

        El chico no levantaba la cara y los flequillos rubios le tapaban el rostro, eso frustraba a Gerard quien quería contemplar esos orbes azules nuevamente.

 —Es eso o el suero—dijo al ver que el chico no comenzaba a comer.

El rubio tomó la cuchara y probó la sopa.

—Cómo te llamas—preguntó Gerard mirándolo fijamente.

El chico no contestó.

 —Mira niño, quiero ayudarte a encontrar a tú familia...

—No tengo—contestó el chico en una voz apenas audible, en verdad tenía la garganta muy irritada.

—No tienes—dijo dudoso el doctor—cómo te llamas—preguntó nuevamente.

De nuevo silencio.

—De quién escapabas—preguntó sin tacto notando el sobresalto del menor.

—De nadie—contestó y tosió un poco.

Gerard se levantó, fue al refrigerador, sacó un poco de leche y la puso a calentar, el menor lo observaba atento.

—Termina la sopa—le ordenó mientras esperaba que la leche se calentara.

El chico comió sólo un poco más—ya no quiero—dijo con mucho esfuerzo.

—está bien —dijo Gerard, pensando que era lo mejor, en la condición del chico era mejor que comiera pequeñas porciones cada dos horas que grandes cantidades de una sola sentada. Sacó la leche de la lumbre, le echó miel y revolvió-toma-le dijo poniéndole la taza frente a él—es para tú garganta.

        Al chico le hubiera parecido que era un hombre amable pero la experiencia le había enseñado que todos tienen una doble cara. Tomó con desgano la taza y bebió pequeños sorbos.

—y bien, cómo te llamas—insistió con la pregunta.

El chico no dijo nada.

—si no me lo dices lo averiguó—dijo e inmediatamente se arrepintió pues notó el estremecimiento del menor-diablos-murmuró molesto consigo mismo, deseaba ganarse su confianza, no asustarlo más-miran niño, yo quiero ayudarte pero sino me dices cómo te llamas y que te pasó no puedo hacer nada.

—Deje que…me vaya—alcanzó a decir el chico.

—No.

El chico frunció el ceño—por qué-masculló malhumorado.

—Porque eres un mocoso al que yo atropellé y mi deber es procurar tu bienestar—dijo también molesto.

—No soy un mocoso—dijo y tosió un poco.

—¿Ah no?—dijo burlón.

—¡No!—dijo forzándose a alzar la voz al tiempo que golpeaba con su puño la mesa.

        A Gerard le hizo gracia el enojo del muchacho afirmando no ser un mocoso y su apariencia infantil enfundada en un pijama el triple de su talla.

—Tengo diecisiete—dijo frotándose los ojos, comenzaba a dolerle la cabeza.

        Gerard notó el malestar del chico, sabía que debía dejarlo descansar pero ya le había dicho su edad, que por cierto le sorprendía, pues parecía ser más chico, ahora tal vez podría sacarle el nombre.

—déjame ir—dijo apartando la taza de sí.

—dime tú nombre—inquirió de nuevo Gerard.

        Pero el chico negó con la cabeza, por dentro mantenía una fiera lucha por no doblegarse, lo único que tenía en mente era sobrevivir y escapar.

—está bien—dijo Gerard yendo hacia él—me lo dirás cuando quieras.

        El muchacho se levantó, así, uno al lado del otro, quedó patente la gran diferencia de estaturas, 1,52 cm contra 1,95 cm, el más pequeño tembló.

—Me quiero ir—masculló.

—No—dijo simplemente el mayor cargándolo como ya le era habitual.

        El sentir como lo levantaba del suelo con tanta facilidad desalentó al menor, no soportó más y hundió su cara en el cuello del mayor para llorar amargamente, la cabeza le daba vueltas, estaba muy cansado y le dolía todo el cuerpo, ese tipo era muy grande y musculoso y la casa demasiado segura, se sentía vencido, totalmente derrotado…sentía que no escaparía esta vez.
Gerard se sorprendió y en un gesto instintivo le acarició la espalda, como no notó resistencia continuó haciéndolo, sentía una gran ternura por el chico, era pequeño y frágil, había soportado una carga terrible, sin duda su tamaño no reflejaba su templanza, pero era demasiado para alguien tan joven. Lo llevó a la recamara mientras el chico tosía de nuevo, lo acostó y le puso la mano en la frente constatando que tenía un poco de fiebre.

—Niño—llamó quedamente para atraer su atención y vio los ojos azules mirarlo con enojo, ignoró eso y le dijo-no te aflijas, no dejaré que nada malo te pase.

El chico frunció el ceño, no entendía la actitud de ese hombre.

—Espera aquí, quieto—le advirtió y salió de la recamara.

         El chico quiso levantarse pero le faltaron fuerzas, el cansancio hacía mella en él, poco a poco cerró los ojos y sin darse cuenta se quedó dormido. Gerard buscaba fastidiado las pastillas para el dolor de cabeza, las encontró al final de la gaveta, las tomó junto a una jeringa y una ampolla de antibióticos, esto último lo escondió en su bolsillo, regresó a la recamara y se topó con una bella imagen: el chico dormía con los cabellos rubios desparramados alrededor del rostro, las mejillas sonrosadas por la fiebre y la boca preciosa invitando a ser besada; Gerard tragó grueso y sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos, se acercó a la cama y aprovechó para inyectarle los antibióticos, sabía como hacerlo para que el chiquillo no lo sintiera. Luego se quedó sentado junto a él, por alguna extraña razón no quería separarse del chico, después de una hora y media de estarlo observando con embeleso también se quedó dormido




martes, 27 de enero de 2015

Un ángel llora 3-4-5



Capítulo III


        Largas pestañas rubias se abrieron poco a poco, los ojos azules trataban de enfocar y tardaron en lograrlo, el chico miró a su alrededor y se sorprendió de ver al médico durmiendo en una silla junto a su cama ¡se había quedado velando su sueño!, frunció el ceño, se sentía enojado, no entendía por qué parecía tan amable, sacudió su cabeza y meditó sobre su situación, si era conveniente tratar de escapar en ese momento, si lo intentaba y aquel tipo lo descubría se enojaría y como mínimo le daría una paliza, aun así decidió arriesgarse porque tal vez no se le presentaría una oportunidad igual. Irguió el cuerpo decidido a irse más se sobresaltó sobremanera al toparse con unos ojos negros fijos en él.

-Que bueno que estás despierto-dijo el pelinegro fingiendo ignorar la reacción del chico-debes comer.

El menor sintió como lo alzaba en brazos-¿otra vez?-preguntó incrédulo.

Ignorándolo Gerard lo llevó al salón y lo sentó en el sofá-espera aquí-dijo y buscó rápidamente unos bocadillos colocando la bandeja frente al chico.

-No quiero-dijo el menor con su voz ronca.

-No me interesa-contestó el mayor obstinado-come.

-Te dije que no-dijo el rubio mirándolo con rencor.

-¡Hazlo!-ordenó con voz autoritaria.

-Qué demonios quieres-preguntó el rubio forzando su garganta.

-Que comas, ya te dije-dijo cabreándose con la actitud borde del crío.

-Quiero irme de aquí-dijo el menor volteando el rostro enojado, no sabía qué era peor, el tipo sádico que se le echaba encima como un salvaje o este otro con su calma parsimoniosa, de pronto el menor sintió que el pelinegro le tomaba el rostro con una mano y lo obligaba a mirarlo.
-Te dije come-le dijo mirándolo con ojos fríos.

El rubio tembló levemente y sin dudar más tomó uno de los bocadillos y lo mordió sólo para escupirlo al instante-¡guacala!-exclamó sin pensar-esto sabe horrible.

-Son rollos de espinacas, pescado y especias, te hará bien-le informó con simpleza.

-Pero...sabe feo-comentó tapándose la boca con la mano para evitar vomitar.

El pelinegro rio a carcajadas mientras el rubio lo miraba incrédulo. -no que no eras un mocoso-exclamó sonriente.

El rubio se ruborizó-y qué tiene que ver que...-tosió y maldijo su garganta por no dejarlo terminar de hablar.

-Tranquilo-dijo el mayor acariciándole la espalda para calmarlo.

El rubio quería decirle algo, mas sólo atinó a apartarlo con el brazo, sentía que se estaba ahogando, que esa tos seca lo mataría.

-Hey-exclamó preocupado el pelinegro ignorando el rechazo y abrazándolo, masajeándole continuamente la espalda.

El muchacho quiso mas no pudo hacer resistencia, así que sólo apretaba los puños indignado, se detuvo unos segundos a pensar si podía sacar provecho de esa situación, tragarse su orgullo y ganarse la confianza de ese tipo aparentando ser un crío despistado.

-Dime cómo te llamas, pequeño-preguntó suavemente.

El rubio tardó un poco en responder porque aún no recuperaba el aliento-te digo...si me das...algo a cambio-murmuró jadeante.

El pelinegro se extrañó pero aceptó-dime.

-Quiero...-se sonrojó-un oso de peluche.

Gerard sonrió-ah, eso-dijo aguantando las ganas de molestarlo, lo pensó un poco y dijo-¿te sirve un conejo de peluche?

El rubio frunció el ceño, aunque recostado del pecho del pelinegro este no podía verlo-...un...-asintió.
-Que bueno, entonces espera aquí-se levantó y se perdió en el pasillo.

-"Qué diablos"-pensó el rubio-entendía que tuviera medicinas si de verdad era medico como decía, pero ¡un peluche!

Al instante Gerard regresó con un conejo blanco de felpa-toma-le dijo dándoselo.
-gra...gracias-dijo aceptándolo con asombro.

El médico sonrió de medio lado-es un recuerdo, me lo dio un paciente, un niño que operé siete veces cuando recién había salido de la universidad-comentó con melancolía-cada vez que extirpaba el cáncer este volvía.

El rubio lo miraba con ojos de asombro, ese hombre acaso estaba loco, cómo le iba a regalar algo tan preciado.

-Quiero que lo tengas tu-le dijo tomando su mano, es mejor que el conejo alegre a otro chico a que se pudra en el armario.

Al rubio se le cristalizaron los ojos, se sentía muy confundido.

-¿y bien?-dijo el pelinegro.

El chico lo miró despistado.

-me dijiste que me dirías tú nombre-le recordó.

-Ah...yo...Juan...me llamo Juan-contestó desviando la mirada.

-Juan qué.

-Juan...Kleis.

-bien, no fue tan difícil, eh-le dijo para nada convencido-y dónde están tus padres.

-El trato fue el nombre-contestó abrazando el conejo, ese era su pasaje de salida de ese lugar.

El pelinegro sonrió-eres un borde total-dijo alborotándole el pelo.

El rubio iba a replicar pero desde la puerta de la sala se escuchó un estruendoso-¡qué! Gerard y el rubio miraron sobresaltados al dueño de aquella voz.

Un hombre de jeans negros, camisa roja y negros cabellos recogidos en una coleta los miraba señalando con un dedo acusador a Gerard. -estas sonriendo-dijo exagerando el tono.

-Litz-gruñó el mayor-déjate de idioteces.

-Pero qué dices hombre-dijo acercándose con una sonrisa-este niño te hizo reír, es qué se va acabar el mundo-dijo tonteando.

El rubio puso cara de pocos amigos, desconfiaba hasta de su sombra.

-Es mi hermano-le explicó al rubio-es médico también, le pedí que viniera a cuidarte.

El menor dio un respingo-qué...

-Sólo por un par de horas-interrumpió el mayor.

El rubio se mordió el labio, ya había hecho el teatrillo de niñato, ahora no podía gritarle lo que pensaba de tener niñera.

-No dejes que camine porque tiene el tobillo inflamado-dijo levantándose en busca de las llaves de su auto-no le des las porquerías que tú cocinas-le hizo un ademan para que se acercara-ten delicadeza, está asustado-susurró.

-Lo sé-dijo su hermano con seriedad-Franz me contó.

-Bueno, me voy, ah una última cosa-dijo dándole un último vistazo a su hermano-no hagas idioteces



Capítulo IV


Gerard había ido con su amigo Helmut, estaba satisfecho con la prontitud con la que había actuado. Tocó el timbre del departamento de aquel hombre sintiéndose un poco alterado, estaba ansioso por saber quién era aquel pequeño rubio y exactamente que le había sucedido.
-Hola Gerard-dijo el hombre cuarentón al abrir la puerta-pasa.
Gerard saludó con un gesto de cabeza y se adentró en el departamento. Helmut fue hasta el pequeño bar y le sirvió un whisky a su amigo y otro a sí mismo.

-y bien-preguntó con su falta de tacto aceptando el vaso.

Helmut sonrió-que impaciente-comentó yendo hacia un mueble alto, sacó un cd y lo colocó en su computadora, cuando se abrió el archivo dijo-no fue fácil averiguarlo, el chico no es holandés.

Gerard frunció el ceño-de dónde es.

-Portugués-contestó Helmut abriendo uno de los vídeos, este mostraba a un tipo rubio de unos cuarenta y tantos sentado en un cuarto, una de esas habitaciones donde la policía interroga a los delincuentes, de repente entró un detective y se sentaba frente al hombre y comenzó a hablar con él, pero en portugués pues el detenido no hablaba ni holandés ni inglés.

-qué dicen-pregunto Gerard molestó.

-el detective le pide que confíese quienes pertenecen a la organización que trafica con chicos y para quién trabaja.

A Gerard se le heló la sangre, sabía que el niño había sido acosado pero ¡una organización!, eso era demasiado.

-este tipo-dijo señalando al rubio quien se mostraba nervioso y enojado-fue el padre de Tiago.

-¿Tiago?-repitió Gerard frunciendo el ceño.


-Tiago Texeira-dijo mirándolo-el chico de diecisiete años que atropellaste.

Gerard sonrió de medio lado, sabía que le había mentido, pero entonces se sorprendió-dijiste fue.

Helmut asintió-fue asesinado en su celda el mismo día que este vídeo fue filmado-dijo cerrando el vídeo y abriendo otro, pero notó que su amigo parecía muy alterado-creo que será mejor que no lo veas-dijo pasando una mano por el pelo con algo de preocupación-yo te explico...

-Quiero verlo-dijo tratando de controlarse ¡¿El propio padre lo había introducido a ese mundo?!,recordó que una vez él le insinuó esa posibilidad a Franz, pero en realidad no lo creía.

-pero...

-Quiero verlo-repitió con frialdad

-Está bien-dijo resignado-lo que verás

Gerard, es fuerte-así que te pido que trates de calmarte-advirtió preocupado al pulsar el "play"

La imagen que apareció fue la de una habitación sin mueble y en el suelo estaba el rubio atado de pies y manos, amordazado y con una venda cubriéndole los ojos, de repente la puerta se abrió y el chico se estremeció, un hombre corpulento se acercó al chico.

-hola precioso-le dijo acariciándole el muslo, mientras el chico trataba inútilmente de alejarse-¡Dios!-exclamó lamiéndole la mejilla-eres tan bello, sino fueras del señor Mark-dijo metiendo la mano por debajo del sweater del menor para acariciar la piel suave, el rubio gritaba incoherencias incomprensibles por la mordaza, el hombre se sentó y sentó al rubio sobre sus piernas, se sentía muy excitado e ignoraba por completo los esfuerzos del chico por liberarse, con su brazo derecho lo mantenía junto a él y con la mano izquierda le desabotonó el pantalón y metió su mano acariciándole las nalgas, masajeándolas y apretándolas mientras estrujaba al rubio contra sí, el chico lloraba y gritaba, aunque todo fuese inútil, el hombre sin poder controlarse se aproximó al cuello del chico y chupó con fuerza mientras apretaba la redonda nalga. Totalmente excitado le desató las piernas para acostarlo boca arriba y echándose sobre él se escabulló en medio de sus piernas y restregarse sobre el pequeño como si lo estuviera penetrando, mas con la ropa puesta, el chico asustado no podía controlar su llanto pero el hombre no le prestaba atención a su angustia, seguía lamiéndolo y toqueteándolo de manera obscena, entonces el hombre notó el enrojecimiento en el cuello del pequeño y se asustó, si su jefe se daba cuenta lo mataría, literalmente lo mataría.se levantó y echándose al hombro al menor lo sacó de la habitación para cumplir lo que le habían encomendado.


        El ruido del vidrio quebrándose rompió el silencio, era Gerard quien sin darse cuenta había roto el vaso, sentía su sangre hervir, no podía soportar la ira, quería matar a aquel bastardo que se había atrevido a tocar al chico.



-Cálmate-pidió Helmut poniéndole la mano en el hombro.

Gerard no dijo nada, el odio se reflejaba en su mirada.

-Te voy a mostrar un video, es…-Helmut suspiró incomodo, él también había sentido ira la primera vez que vio el video, pero Gerard tenía una mirada de psicópata que le preocupaba, notaba que ya había creado un lazo de afecto con el chiquillo-aquí se ve el escape del chico-pronunció notando un brillo en los ojos de su amigo.

El vídeo era de cámaras de seguridad, mostraba cuatro imágenes diferentes: en una un pasillo, en otra una habitación, en otra una habitación muy lujosa con correas de cuero y juguetes sexuales y en otra un gran salón lleno de gente, hombres adinerados y jovencitos con poca ropa. En la segunda imagen se abrió la puerta y entró aquel hombre con el niño, lo puso en el suelo cerrando la puerta con llave.
-Tienes que bañarte para estar presentable-le dijo mientras el chico retrocedía torpemente. El hombre sacó una inyectadora de su bolsillo y se acercó al menor sujetándolo del brazo ,lo inyectó, el chico aulló aterrado-tranquilo, es para que te relajes.


       El rubio forcejeó un poco y después pareció perder la voluntad, le había inyectado un sedante que no lo duerme pero lo deja fuera de combate. Entonces le quitó la venda de los ojos, la mordaza y desató sus manos, acariciando el rostro enrojecido-cielos chiquillo-dijo tragando grueso.

Gerard apretó los dientes.

        El tipo se relamió los labios-diablos, por qué tienes que ser tan bello-dijo pasando su mano por la cintura del menor-dime, por qué eres tan lindo-dijo dándole un piquito-por qué tienes que ser endemoniadamente precioso-comentó sin poder dejar de elogiarlo, le metió la mano por debajo del sweater acariciando el estómago y luego subiendo a la tetilla, pero vio que esta ante su pellizco se enrojecía-¡Diablos!-exclamó molesto, ese niño era muy blanco y cualquier toque lo delataba. El rubio se retorció un poco excitando aun más al hombre- tal vez hay algo que no te deje marcas- dijo pasándose una mano por el pelo, entonces fue empujándolo suavemente hasta la cama para acostarlo en ella, le bajó un poco el pantalón  junto con los bóxer hasta medio muslo, comenzó entonces a lamerle el pene pero una voz en el pasillo lo interrumpió.

-¡PATRICK, DÓNDE ESTÁS!-gritó un hombre desde el pasillo.

Gerard veía atentamente al menor quien parecía angustiado dentro de aquel sopor.

También observó que en el salón donde estaban jóvenes y viejos había una gran confusión y gritos.

-¡Voy!-gritó el tipo asustado saliendo presuroso olvidando cerrar la puerta tras sí.

        El rubio gimoteó y con movimientos torpes haló sus pantalones y ropa interior hasta subírselos, con dificultad lo logró, hizo un gran esfuerzo para levantarse y al hacerlo intentó sostenerse de la mesa de noche pero solo logró derribar un jarrón que había en ella quebrándolo en mil pedazos. Se quedó quieto un segundo, asimilando lo que había sucedido, entonces se esforzó por agacharse y tomando uno de los pedazos del jarrón se lo clavó en la pierna, buscando que el dolor lo espabilara.

        Un poco repuesto trató de enfocar la habitación, cosa que le costó mucho, pero logró divisar la puerta, caminó entonces hacia ella y salió, en medio de su mareo escuchaba gritos y estruendos, él no lo sabía, pero la policía estaba haciendo una redada, sin pensar en otra cosa más que en escapar, logró llegar a una puerta de servicio y por allí se escabulló; el vídeo no captaba más pero lo cierto es que el rubio corrió sin mirar atrás y sin saber en dónde estaba y hacia donde iba, sólo sabía que quería huir de allí, lo más lejos posible, pero sintió un golpe y luego nada: lo habían atropellado.

Helmut cerró el archivo-el caso de la mafia de corrupción de menores lo veníamos investigando desde hace meses, nuestro informante nos había prevenido de la fiesta que se daría ese día, decían que tenían mercancía nueva-comento molesto con la manera en la que se referían a los jovencitos- yo mismo participé en la redada pero no supimos nada del niño rubio porque-tragó grueso antes de continuar- lo consideraban mercancía premiun, así que nadie lo había visto más que el guardia que vimos, le pertenecía a Mark Kipling.

-Quién es-preguntó arrastrando las palabras con odio.

-Me temo que aún no lo sabemos-dijo apenado-él nombre no existe.

-¡Qué!-exclamó levantándose de golpe-ese maldito anda suelto.

-Cálmate por favor-pidió Helmut-estamos cerca de descubrirlo…

-y mientras el bastardo disfruta de la vida-rugió sintiéndose iracundo.


-Por favor Gerard-suplicó Helmut-no será por mucho tiempo, te juró que lo atraparé y lo haré pagar con sangre; por ahora tú procura cuidar del chico hasta que esto se resuelva.

Gerard iba a replicar, él no le dejaría esto a la policía, él mismo se encargaría de ese tal Mark Kipling, pero claro esto no se lo diría a su amigo- está bien-dijo pasándose una mano por el pelo-dame el cd.

-para qué-dijo Helmut extrañado.

-No quiero que esas imágenes circulen por ahí, dame el cd y si tienes copias destrúyelas.

-Pero…-protestó Helmut, eso era evidencia.

-dámelo-recalcó fríamente.

-está bien.

Helmut le dio el vídeo y Gerard salió de allí para conducir directo a su departamento, tenías unas fervientes ganas de abrazar al rubio y hacerle sentir protegido, hacerle saber que lo cuidaría el resto de la vida y que no dejaría que nada malo volviera a pasarle, entonces frenó en seco…¿toda la vida?...¿en qué diablos estaba pensando?... Allí, estacionado en medio de la calle, Gerard se quedó impresionado con sus propios pensamientos y tratando de ahogar lo que empezaba a sentir.


Capítulo V

   
        El rubio no le quitaba la vista de encima a ese sujeto, apenas se empezaba a acostumbrar al otro y venía este, tragó grueso manteniendo el ceño fruncido con enojo, aún no lograba descifrar las intenciones de aquellos hombres.

-Hey, me estas asustando-bromeó Litz poniendo cara de "tengan piedad de mi"-quieres comer algo-preguntó y luego masculló algún insulto para su hermano pues recordó el" no le des las porquerías que tu cocinas"

El rubio no contestó, sólo mantenía su vista fija en él.

-Cielos, podrías contestarme-dijo yendo a las habitaciones y luego volvió con un x-
box-¿quieres jugar?

El rubio pestañeó confundido, no contestó pero cambió su semblante y el mayor tomó eso como un sí.

Conectó el aparato y puso unos cojines en el suelo-ven-dijo y tomando al chico de la cintura lo sentó en ellos.

-Déjame-dijo el rubio empujándolo sin soltar al conejo.

-¡Vaya, hablas!-exclamó exagerando su expresión de falso asombro-toma-dijo ofreciéndole el control.

El rubio lo miró malhumorado pero tomó el control, de hecho el x-box le encantaba, nunca había tenido uno y solo había jugado un par de veces en casa de un compañero de trabajo.

-Es Fitherfire-le explico Litz encantado de la vida, buscando el nivel y escogiendo su personaje.
Comenzaron pues a jugar y sin darse cuenta el muchacho se relajó y comenzó a divertirse, aun no mediaba palabra, pero ya no sentía tanta presión .Litz actuaba como un niño pataleando cada vez que perdía una vida y exclamando vítores para si mismo cada vez que acertaba a matar a algún contrario.

-¡dale dale!- pedía Litz ofuscado mientras se defendía de un batallón.

-¡Ya va!-respondió de mala gana el rubio sin darse cuenta.

Litz lo miró sonriendo de medio lado, ya empezaba a ganarse su confianza pero su sonrisa se esfumó, con el movimiento las muñecas del chico quedaban a la vista dejando ver los intensos moretones, sintió estrujar su pecho y pensó con tristeza que ningún niño debería sufrir así, ninguno. Sentía ternura por el chico y espíritu protector.

-No fui yo-dijo el rubio mirándolo espantado sin darse cuenta de la turbación del otro.

-¿eh?...-masculló descolocado Litz y mirando la pantalla notó que su personaje estaba muerto con una calavera sobre él, notando también que el ataque lo había realizado cierto rubio-¡¡¡qué!!!¡¡¡tú!!!-dijo mirándolo acusadoramente.

-me equivoqué-se excusó apenado y le restó importancia para seguir jugando, después de todo su personaje seguía vivo.

-Eres un canalla-comentó dramáticamente Litz y lo observó jugar.

Al rato el personaje del rubio también murió.

-Bien, te compré ropa de tu talla-le dijo apagando el x-box-si quieres puedes bañarte y cambiarte.

El rubio lo miró con desconfianza.

-Te traje también unas muletas para que te desplaces solo-le dijo guiñándole un ojo.

Esa noticia le gustó, así nadie tendría la excusa para toquetearlo

-Espera un segundo-dijo levantándose y yendo a la otra sala volvió después con las muletas-te voy a levantar-le dijo pues estaba sentado en el suelo y tomándolo de la cintura así lo hizo-toma.

El rubio tomó las muletas y alzó la cara para mirar a aquel hombre que era tan alto como su hermano, suspiró-gracias-susurró sin estar convencido.

-Ven-le dijo caminando hacia el pasillo, el rubio lo siguió ayudándose de sus nuevas muletas.

-Este es el baño, puedes ducharte y te dejaré tu ropa en tú habitación-informó con una sonrisa.

El rubio asintió como autómata, entró al baño cerrando la puerta tras si y poniendo el seguro.

Litz sonrió-es una monada.

        En el baño el rubio soltó un hondo suspiro, todo le era tan extraño, estaba cansado de luchar y comenzaba a flaquear, talvez tarde o temprano lo tomarían, talvez no valía la pena resistirse, talvez era mejor dejarlos hacer y así todo acabaría más rápido. Sacudió su cabeza y comenzó a desvestirse lentamente, aún le dolían los brazos y las piernas, cuando se sacó los pantalones y la gasa de la herida del muslo pudo observar lo mal que estaba, toda amoratada, miró sus muñecas y entonces los recuerdos vinieron a su mente, el terror que había sentido, el asco, la furia; se llevó una mano al cuello cuando se miró frente al espejo de cuerpo entero y notó la marca que tenía, de pronto sintió como las lágrimas luchaban por salir y cerró los puños, se odió a si mismo, no quería ser un debilucho. Molesto se sacó la venda del pie y se metió bajo la regadera abriendo la llave para sentir el agua fresca caerle de lleno, le era reconfortante, cerró los ojos disfrutando la sensación, pero no pudo evitar recordar aquel día en que su padre le dijo que irían a Holanda, se había emocionado tanto, sonrió tristemente, en ese entonces pensó que era su mayor golpe de suerte. “no trabajes más, no hace falta” le había dicho su padre y él creyó que  había encontrado por fin un buen trabajo y pensaba comportarse como un padre por primera vez en su vida…pero todo era un engaño, sin poder evitarlo comenzó a llorar, se sentía tan miserable.

-Ya, Tiago, basta-se dijo a sí mismo.

        Soltando una bocanada de aire tomó el champú y se echó un poco pretendiendo olvidar el pasado.
Cuando terminó de bañarse salió con una toalla enrollada en su cintura y sigilosamente fue hasta el cuarto donde ahora dormía, le fue un poco incómodo el uso de las muletas pero estaba satisfecho. Cerró la puerta tras sí, su cabello goteaba perlando su cuerpo, como le dijo Litz, en la cama estaba la ropa de su talla, frunció el ceño, todo tenía un aire juvenil, hasta infantil podría decirse, se encogió en hombros conformándose, ya estaba acostumbrado a que la gente lo viera como un crío. Se puso un conjunto de short blanco, camiseta azul celeste y chaqueta blanca, mientras se secaba mejor el cabello se miró en el espejo y torció la boca con desagrado, en verdad parecía un mocoso con esa estatura tan baja y ese rostro aniñado que tanto odiaba, eso también era culpa de su padre, porque ese cretino y su madre eran altos, pero la mala alimentación y el trabajo excesivo al que lo había sometido habían repercutido en su desarrollo. Se sobresaltó cuando escuchó que tocaban la puerta.

-¿Estás listo?-preguntó Litz preocupado.

El rubio abrió la puerta con algo de miedo.

-Es que está lista la comida-se justificó

Litz y no pudo evitar embelesarse con el chico, en verdad era muy tierno, pero no se lo diría, no quería verlo como un tigre enfurecido mostrándole los dientes. Litz sonrió ante su propio pensamiento-Espera un segundo-le dijo al llegar a la sala dirigiéndose a la cocina.


        El rubio lo siguió con la mirada hasta verlo desaparecer en la cocina, escuchó estruendo y maldiciones, se le hizo gracioso, definitivamente ese hombre era extraño, observó el balcón y se acercó, sintió como el viento golpeaba su rostro placenteramente y sonrió recordando a su país. Litz lo observaba sin que el chico se diera cuenta, le preocupaba que quisiera suicidarse de nuevo, pero al verlo sonreí suspiró relajado y volvió a lo suyo. El rubio descansaba los brazos en la baranda del balcón, a su memoria vinieron recuerdos de sus amigos, de su casa e inevitablemente de sus padres.

Pensó en la aparente amabilidad de los hombres que ahora lo retenían y sintió ira, jamás volvería a confiarse, pues cuando llegó a Holanda, su padre le presentó a unos hombres muy amables que resultaron ser unos malditos pervertidos-basta-susurró para si mismo, deseaba suprimir esas emociones, necesitaba estar calmo para lo que vendría.

domingo, 25 de enero de 2015

Un ángel llora 6-7






Capítulo VI


         La noche ya había caído. El rubio había intentado varias veces, sin éxito, coger el manojo de llaves de Litz aprovechando todo el ajetreo que este mantenía en la cocina mientras hacía el postre. Frustrado apretó el peluche para luego arrojarlo al suelo con fuerza, necesitaba hacer algo pero no sabía qué, miró de soslayo la cocina y frunció la boca fastidiado, entonces decidió que lo mejor que podía hacer era explorar la casa. Así lo hizo, salió de aquel salón y atravesó un amplio pasillo, en él habían fotos de los hermanos  cuando eran más jóvenes y otros de una pareja que el rubio supuso eran los padres de estos, descubrió entonces la escalera y sin pensarlo dos veces bajó, eso sí, se demoró bastante porque no estaba acostumbrado a las muletas, cuando llegó al piso inferior observó con asombro que este era algo así como un área de juegos, había mesas de pool, de pingpong y hasta una amplia piscina olímpica, curioso fue hasta ella, se percató entonces de que a pocos metros estaba un equipo de gimnasia, yendo hasta allí pasó su mano por el potro, maravillado iba a sonreír cuando sintió una mano en su hombro y su corazón se congeló.

-Qué haces aquí-preguntó una potente voz varonil que ya conocía, era Gerard.

Asustado el chico se giró para encararlo-nada-se apresuró a contestar creyendo que aquel hombre estaba enojado por husmear sus cosas.

        Gerard contempló lo hermoso que se veía con ese adorable sonrojo y esa ropa que resaltaba sus ojos claros, sin poder evitarlo le acarició la mejilla, pero esto bastó para que el rubio volviera a estar a la defensiva y lo apartara de un manotazo. Gerard no se inmutó y antes de que el chico pudiera decir algo se escucharon los pasos presurosos de Litz.

-¡Juan!-gritó aliviado y de prisa corrió hacia el rubio tratando de abrazarlo.

El chico abrió los ojos a plenitud y dejando caer las muletas lo empujó lejos de él-¡Déjame!

-Cielos que arisco-dijo sonriendo aliviado-diantres, creí que te había pasado algo.

Gerard miraba a su hermano algo enojado, se suponía que debía cuidar al rubio, cómo se le había escabullido.

-Gerard, cómo te fue-preguntó a su hermano.

-Bien-contestó este secamente y su hermano entendió que no diría más pues allí estaba el pequeño rubio.

-Tengo que irme-dijo dándole unas palmadas en la espalda a su hermano-después hablamos.

Gerard no dijo nada, sólo lo miró con rostro impasible.

-Nos vemos-dijo sonriéndole-hasta pronto, niño-se despidió guiñándole un ojo.

        Los dos se quedaron quietos, escuchando los pasos de Litz alejándose y luego el sonido de la puerta cerrándose indicándoles que estaban solos. El rubio se sentía sumamente incómodo con la intensa mirada del mayor sobre él, quiso agacharse para recoger sus muletas pero el otro se le adelantó recogiéndolas él, pero en lugar de devolvérselas lo cargó y comenzó a andar.

-No-se quejó el rubio molesto.

        Gerard caminaba sumido en sus pensamientos, aun retumbaba en su cabeza todas aquellas imágenes atroces que le había mostrado Helmut y que le oprimían el pecho tan dolorosamente, subió las escaleras sin siquiera notar el forcejeo del menor quien empezaba a caer en pánico creyendo que él consumaría lo que otros no habían podido. Al llegar a la planta alta Gerard se inclinó para colocar al rubio en el suelo y al erguirse se encontró con los ojos azules, entre asustados y rencorosos, fijos en los suyos, Gerard los contempló con fascinación, paseó su vista por la pequeña nariz para detenerse en la boca rosada que prometía ser un manjar, se enterneció, ese niño tenía carácter, valentía, tenacidad y era condenadamente bello, en verdad le gustaba mucho. Sintió deseos de cuidarlo, de hacerlo feliz y sin pensarlo mucho lo abrazó delicadamente pero con firmeza, el chico trató de empujarlo pero el otro no cedió.

-Tranquilo-le susurró quedamente en el oído-yo voy a protegerte siempre,Tiago. Gerard esperaba transmitirle seguridad con ese abrazo.

El rubio ensanchó los ojos-"cómo sabe mi nombre"-pensó asustado-"quién es este tipo".

        Un momento después Gerard lo soltó y observó la confusión en el otro, lo tomó de la cintura y lo sentó en la mesa -Escucha-le dijo algo autoritario-Te quedarás conmigo y nadie más te hará daño jamás-esa era su forma de declarársele.

        Los ojos azules se llenaron de lágrimas, por lo que había entendido ese hombre lo sabía todo sobre él y eso lo aterraba, ¡cómo era posible!,Tiago tragó grueso y recomponiéndose un poco respondió:-Y qué pasa si yo no quiero.

Gerard puso sus manos sobre la mesa a cada lado del chico- Pues no es tú elección.

El rubio frunció el ceño-Así que tu promesa de protección no incluye protegerme de tí.

        El mayor mantenía sus ojos fijos en los del rubio y aunque este estaba bastante asustado y lo notaba por su breve temblor no desviaba la mirada, a Gerard esa altanería le gustaba-Me gustas-dijo sonriéndole de medio lado de manera sexy.

        El rubio se sonrojó violentamente algo descolocado, esperaba cualquier cosa menos esa respuesta, frunció el ceño y furioso agarró la camisa del mayor con fuerza sintiendo ganas de golpearlo y acercando su rostro le siseó amenazante- Pues tú a mí no me gustas, no me gusta tú hermano, tú amigo ni tú maldito país.

        Gerard no prestó atención a las palabras, su mente estaba fija en las mejillas coloradas y esa boca deliciosa, así que sin más lo besó.
         El rubio se quedó en shock, pero al instante comenzó a forcejear obteniendo como resultado que Gerard lo tomara de la cintura y la nuca y lo pegara más a él. El mayor disfrutaba saboreando esos dulces labios, un beso suave y apasionado a la vez, aprovechando un intento de protesta por parte el rubio el pelinegro introdujo su lengua en la cavidad virgen y exquisita, apretando la calidez del pequeño cuerpo contra el suyo, cuando sintió que el rubio necesitaba aire se apartó, por diferentes razones los dos respiraban aceleradamente, Gerard pasó sus dedos suavemente por los labios hinchados del menor quien lo miraba con espanto y es que en su cabeza sólo había desesperación.

-Perdóname-susurró Gerard y cargándolo nuevamente lo llevó a la habitación mientras sentía los latidos desbocados del rubio que no pronunciaba palabra alguna. Al llegar lo puso suavemente sobre la cama y entonces sintió que el menor le ponía las manos en el pecho, lo miró sorprendido y se encontró con las orbes azules llenas de lágrimas.

-Por...favor...no-el rubio suplicó vencido.

Gerard sintió que se le estrujaba el corazón y se arrepintió de haber sido tan brusco con él, alzó su mano y le acarició la mejilla-No llores, no te haré nada.

El rubio lo miró esperanzado mas no muy convencido.

-Ya no estás solo-le dijo quedamente y levantándose lo besó en la frente-hasta mañana-se despidió y cerró la puerta.

        El rubio soltó un hondo suspiro de alivio, aún temblaba y no podía dejar de llorar, pero a la vez había una calidez naciendo en su pecho, pensó que talvez ese hombre no era tan malo. Tiago se abrazó a sí mismo con un manojo de dudas en su mente.

        Mientras en su habitación Gerard se relamía los labios sintiendo aun el dulce sabor de los suaves labios del menor, se había excitado en demasía, de hecho tenía su miembro duro y apretado en su pantalón, había hecho un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarse sobre el chico, sabía que al estar traumado debía ir con cuidado. Fue hasta el balcón de su habitación recostándose en la baranda, la suave brisa movía alguno de sus mechones negros, sonrió imperceptiblemente, jamás se había preocupado tanto por nadie, las parejas que había tenido nunca provocaron en él más que un calentón de momento, por eso nunca había durado en una relación. Siempre le habían sido indiferente los sentimientos de los demás y ahora se burlaba de si mismo pues se mortificaba por agradarle a un niño, un mocoso que apenas le llegaba al pecho, se pasó una mano por el pelo, vaya que su miembro pulsaba dolorosamente por atención, sacó un cigarrillo, lo encendió y le dio una calada. Esa noche pasó largo rato pensando en su pequeño tormento.



Capítulo VII




        Había pasado dos semanas y Gerard no había atosigado al chico en todo ese tiempo, pues deseaba que este confiara en él, que entendiera que lo quería de verdad y que jamás lo dañaría, aunque no podía evitar lanzarle ciertas miraditas de tanto en tanto. Tiago aun no confiaba del todo, pero estaba un poco menos receloso, ya no se sobresaltaba cuando el pelinegro estaba en la misma habitación que él y también se sentaba a la mesa a comer con Gerard, eso sí, sin mirarlo. Gerard estaba dichoso con eso, además el pie del chico ya estaba bien y la cortada del muslo había cicatrizado, de hecho en la tarde le quitaría los puntos, también los moretones casi habían desaparecido y el chico estaba más repuesto.

        Era mediodía y Elsa sirvió paté de hígado, Tiago frunció el ceño pero no dijo nada, tomó el cubierto y empezó a comer, a leguas se notaba lo mucho que le desagradaba. Gerard lo observaba deleitándose con sus movimientos, en eso Elsa entró al comedor con unas croquetas en forma de animalitos.

-oh mi pequeñito Pongas esa cara-dijo dándole un beso en la cabeza-también te hice croquetas y están muy ricas.

-¡Elsa!-protestó el chico sonrojándose, estaba cansado de pedirle que no le dijera pequeño.

Gerard suprimió una sonrisa. -¡oh, perdona perdona!-dijo la señora sin querer hacerlo enojar.

-está bien, gracias-dijo apartando el paté y tomando las croquetas aun con las mejillas sonrosadas.

        La tarde transcurría tranquila, Tiago estaba sumido en sus pensamientos, hace dos días había conseguido el manojo de llaves y lo había ocultado en el conejo de peluche, pero no había conseguido la oportunidad y además, empezaba a dudar de sus planes pues comenzaba a sentir simpatía por Gerard, echado en el mueble cerró los ojos confundido. Ya eran las cuatro de la tarde, Elsa ya se había ido y Gerard se acercó al jovencito sonriendo, no podía evitar sentir ternura por él.

-Tiago-llamó en voz baja y seductora.

El chico se sobresaltó sentándose de golpe.

-Tranquilo-dijo el mayor hincándose frente a él-te voy a sacar los puntos

El rubio asintió sintiéndose un poco nervioso.

-Descuida, no dolerá-le dijo Gerard al verlo morderse el labio inferior.

Tiago se sonrojó.

Gerard se maldijo mentalmente, se estaba excitando ante cada gesto del menor, trató de enfocarse y retiró los puntos ciertamente sin causarle dolor -ya esta-anunció terminando su labor.

-Gracias-dijo el chico sonrojándose.

Gerard se sorprendió y lo miró, el rubio desvió la mirada y el pelinegro tragó grueso ¡Dios quería besarlo! Pero necesitaba la aceptación del rubio, realmente lo deseaba, así que le propuso algo-te gustaría salir.

Ahora el sorprendido era el rubio, aun así asintió. Gerard sonrió. Después de cambiarse Tiago salió de la habitación, llevaba puestos unos pantalones negros algo holgados y una camiseta roja que resaltaba con su piel aporcelanada.

Gerard no pudo evitar relamerse los labios-"cielos, se ve muy sexy"-pensó.

        El rubio estaba algo nervioso, no sabía a dónde pretendía llevarlo pero tampoco le preocupaba mucho, estaba cansado de estar encerrado. Gerard le abrió la puerta del auto pero el rubio frunció el ceño.

-No soy una mujer-gruñó empujándolo y entrando en el auto cerró la puerta.

        Gerard rió-¡que cascarrabias! El pelinegro sentía una dicha inusual, jamás había experimentado tanta felicidad y un placer tan grande en atender a otro. Subió al auto disfrutando de la expresión de enojo de su compañero quien se veía adorable con la boquita rosa fruncida. Durante el trayecto mantuvieron silencio, pero no incómodo, al cabo de media hora llegaron, el pelinegro miro de soslayo al chico deleitándose ante la expresión de júbilo que este ponía. Estaban en una feria, pero el tipo de feria tradicional con carruseles y ruedas de la fortuna, sino una feria tecnológica de videos juegos, es que Litz le había platicado de lo feliz que el rubio se puso cuando lo invitó a jugar con el X-box, así que pensó que este lugar lo fliparía y dio en el clavo. Bajaron del auto y el rubio miraba todo con curiosidad y emoción.

-Bien qué quieres hacer primero-le preguntó Gerard.

-Allí-dijo señalando un stand de guerra virtual.

         El juego consistía en adentrarse ambientado como una selva, había dos bandos, los jugadores llevaban puesto un peto que indicaba cuando le disparaban y por lo tanto quedaban fuera. Gerard y el rubio estaban, por supuesto en el mismo equipo. De más está decir que Tiago estaba disfrutando mucho, además salvó en dos oportunidades a Gerard y eso lo hacía sentir emocionado hasta que finalmente le dieron y entonces Gerard disimuladamente se dejó dar también. Tiago la estaba pasando fenomenal, había estado en casi todos los juegos, ahora estaban en uno llamado Tree Fantasy, Tiago ya había escogido su personaje, un guerrero vikingo poderoso y temible, Gerard por su parte tenía problemas para escoger el suyo pues no entendía muy bien de qué iba el asunto y sin querer terminó escogiendo un diminuto e indefenso hobbit.

Tiago rompió a reír a carcajadas.

-Diablos-murmuró apenado y enojado Gerard.

-¡Que impacto vas a causar!-dijo entre risas el rubio.

-Lo escogí en tu honor-dijo para picarlo, sabía que su tamaño era su debilidad.

-Serás-exclamó dejando de reír con un adorable moflete.

        Ahora fue el pelinegro quien rio a carcajadas. Al terminar fueron a una heladería para luego caminar por el parque hasta llegar al malecón donde se detuvieron a ver el mar que se mecía suavemente y reflejaba la pálida luna. Gerard veía fijamente al rubio.

-Por qué me ves así-preguntó el menor algo nervioso al sentir la intensa mirada.

El rubio tenía un poco de helado en la comisura del labio, Gerard sonrió y le pasó la mano limpiándolo y a la vez acariciándolo. Tiago se sonrojó.

-Eres muy lindo-le dijo y suavemente se inclinó para besarlo.

         El rubio abrió sus ojos a plenitud sintiendo como su corazón se desbocaba y no se apartó, sintió el contacto de los labios del mayor sobre los suyos y cerró los ojos, le gustaba, se sentía protegido y querido. El suave beso fue corto, Gerard lo miró sintiéndose alentado ¡no lo rechazaba! entonces pasó su mano por la cintura del menor y otra por su nuca acercándolo más a él y de nuevo lo besó, rosando sus labios suavemente, para luego abrirse paso en la pequeña boca saboreando cada centímetro, disfrutando de cada rincón, sintió los pequeños brazos asirse a su cuello y se excitó violentamente, su lengua experta saboreó cada rincón.

-hmn-murmuró el rubio necesitando de aire.

        Entonces el pelinegro rompió el beso mas no lo soltó, el rubio bajó sus manos hasta el pecho del mayor y desvió la mirada, se sentía muy nervioso y apenado, le había encantado el beso pero estaban en la vía pública.

-Te amo-le dijo el mayor atrayendo su mirada.

        El rubio se sonrojó aún más y bajó el rostro, sentía que su corazón se le iba a salir por la boca-yo...también-susurró apenas audible.

        Gerard sonrió y lo abrazó, estaba dichoso al fin el rubio lo aceptaba, se apartó delicadamente y lo tomó de la mano-vamos-dijo echando a andar.

        El rubio puso sus ojos como dos pequeños puntitos y pensó:-¡suéltame pedazo de tonto que me da vergüenza!-pero en el fondo se sentía feliz.


viernes, 23 de enero de 2015

Un ángel llora 11-12




Capítulo XI



        Un hombre alto y musculoso, te tez morena y ojos azules miraba la ciudad a través de los grandes ventanales de su oficina. Tras él dos sujetos esperaban las ordenes. El hombre le dio una calada a su cigarrillo y exhaló el humo por la nariz, luego se giró. Los otros dos estaban un poco nerviosos pero lo disimulaban.

-Voy a organizar una fiesta-dijo sentándose en su cómodo sillón-y ustedes estarán allí para recuperar lo que es mío.

Los hombres miraron las fotos sobre el escritorio del chiquillo rubio que se había convertido en la obsesión de su jefe.

-Y más les vale no cometer ningún error o dejarse llevar por aires de grandeza y querer probar lo que por derecho me pertenece porque ya saben cómo terminan los que me traicionan-siseó con una mirada sádica.

        Los dos se estremecieron, ellos habían presenciado el castigo a Henz,el tonto pelirrojo que había querido probar la mercancía de su jefe en aquel café cuando se suponía que debía raptarlo, tragaron grueso, les daba escalofríos recordar como su jefe golpeó sin piedad al pelirrojo que de por si ya estaba mal trecho por los golpes de aquel médico a quien su jefe odiaba tanto, el pelirrojo suplicaba más eso sólo conseguía acentuar la ira de su implacable jefe quien sin piedad le cortó el pene y finalmente lo quemó vivo. Todos sabían que eso no sólo era el castigo a un traidor, sino también una advertencia para todos sus subordinados.

-Mí señor-habló uno de los hombres-puede confiar en nosotros, nunca lo defraudaremos.

-Sí señor Mark-secundó el otro-puede estar seguro de nuestra lealtad.

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        Gerard fue el primero en despertar, contempló al rubio descansando sobre su pecho y sonrió con ternura, le había costado mucho controlar sus ansias de poseer al rubio durante todas aquellas semanas pero había valido la pena, pues ahora no sólo tenía su cuerpo sino también su corazón. Le parecía increíble su dependencia a ese pequeño rubio, era como una droga de la que cada vez necesitaba más. Comenzó a acariciar la nívea espalda suavemente, teniendo esa abrumadora sensación placentera, con su otra mano acarició la mejilla y amplió su sonrisa "me tiene totalmente a sus pies” pensó enternecido. Después de 20 minutos el sol entró por completo bañando así a los dos amantes, el rubio se movió murmurando algo inentendible y abrió los ojos.

-Buenos días-le dijo Gerard besándole la cabeza mientras lo mantenía abrazado.

El rubio sonrió y alzó el rostro para mirarlo-Buenos días-contestó y se abrazó con más fuerza.

        Así estuvieron por un rato, luego Gerard miró el reloj en la mesa de noche y se frotó los ojos-voy a una reunión-le dijo al rubio-estaré fuera por algunas horas.

El portugués asintió pero apretó más su abrazo sacándole una sonrisa al mayor

-pero si quieres me quedo.

Ahora fue el pequeño quien sonrió-me gustaría-dijo sonrojándose-pero es tu trabajo, sé que tienes que ir.

        Gerard tragó grueso, se estaba excitando de nuevo, si iba a salir sería mejor levantarse de una vez así que separándose suavemente del menor se metió en el baño para una ducha fría. El rubio suspiró y permaneció quieto por un largo rato hasta que Gerard salió del baño y comenzó a vestirse sin ningún pudor frente a él, Tiago lo observó con detenimiento, se había puesto unos boxer negros y se secaba el cabello con la toalla dejando ver todos sus músculos perfectamente marcados. El chiquillo se sonrojó. Gerard se puso la camisa blanca y sin abotonarla aún se puso el pantalón y se sentó al borde de la cama, entonces se percató de que su pequeño portugués lo veía con cierto toque de lujuria.

-Eres un pervertido-le dijo en broma.

El rubio frunció el ceño avergonzado y le tiró la almohada-idiota-le dijo volteándose para darle la espalda.

        Gerard rio a carcajadas y se puso las medias y los zapatos, levantándose se abotonó la camisa y acomodándola dentro del pantalón lo abrochó, luego se puso la corbata y mirando de reojo al chiquillo sonrió, rodeó la cama para acercarse a él y sentándose al borde de la cama se inclinó y le besó la mejilla.-ya me voy mi amor-le dijo con tono seductor.

Tiago se incorporó, quería un beso en los labios, pero al hacerlo sintió un agudo dolor en su trasero-auch-se quejó con una mueca de dolor.

-Estás bien-preguntó preocupado tomándolo por los hombros.

-Sí-dijo sonrojándose violentamente.

Gerard tragó grueso, le estaba costando mucho controlar su lascivia-porque..porque mejor no descansas un poco más-le susurró acariciándole la mejilla.

Tiago asintió avergonzado.

        El pelinegro salió de prisa entrando en el baño de la sala para mojarse la cara recriminándose su falta de autocontrol, quería suprimir todo ese libido que lo carcomía pero como podría si su rubio era tan adorablemente sexy. Suspiró y se secó la cara. Fue hasta la cocina y se sirvió un café, antes de poder darle un sorbo sonó su celular, era su secretaria que le informaba todos los detalles de la reunión del día. Comenzó a hablar sin percatarse de que Tiago entraba y se le acercaba, cuando este lo abrazó se sobresaltó y se sintió conmovido, lo rodeó con su brazo libre mientras seguía escuchando a su secretaria saturándolo de información, trató de prestarle atención a lo que le decía pero pronto notó el esfuerzo que hacía su rubio, lo miró y vio que estaba de puntillas esforzándose por alcanzar sus labios. Se le hizo graciosamente tierno y rio con suavidad.

-¡Gerard!-protestó con un mohín de disgusto y girándose para marcharse.

        Gerard lo atrapó por la cintura abrazándolo por la espalda y le besó a mejilla dejando el teléfono sobre la mesa para ocupar sus dos manos en ese frágil cuerpo que tanto le gustaba-Te amo-le dijo al oído y le mordisqueó la oreja.

        El rubio soltó un gemido y se giró para besar los labios del pelinegro quien sosteniéndolo de la cintura lo alzó unos centímetros para profundizar el beso. Al separarse lo puso suavemente en el suelo y le acarició los labios hinchados por el reciente beso.

-Voy a llegar como las cuatro-le informó acariciándole el pelo y rodeando sus hombros con su brazo caminó con él hasta la puerta.

        Iban despacio porque el rubio estaba un poco adolorido. Cuando abrió la puerta se dispuso a darle algunas indicaciones.

-Al lado del teléfono está una libreta con el número de mi oficina y también el de Litz, cualquier cosa llamas.

El rubio asintió.

-Otra cosa, ya sabes que no quiero que tomes café-le dijo con seriedad y es que para el rubio desayuno significaba solo una taza de café y eso estaba perjudicando su salud, pero parecía un vicio difícil de erradicar-hablo enserio, soy tu médico y me daré cuenta.

El rubio frunció el ceño-sí, ya sé.

-Bien, y…

        Gerard fue interrumpido por la según él, odiosa voz de su vecino quien exaltado exclamó:-¡quién es ese niño tan lindo!

        Gerard frunció el ceño y el rubio miró con curiosidad al hombre que desde el pasillo lo miraba sonriente.


Capítulo XII



        Una mujer de largo y ondulado cabello negro caminaba perezosamente hacia la cocina cuando escuchó una voz desde el pasillo que se le hizo familiar.-¿...Gerard volvió...?-se preguntó corriendo a la puerta principal para pegar su oído a ella. Afuera Gerard encaraba a su vecino colocándose frente al rubio para taparlo, no quería que aquel fastidioso hombre entablara conversación con él.

-Hola vecino, cómo te fue-saludó amablemente el sujeto.

-Bien, hasta luego.

-"Diablos, siempre tan cortante"-pensó el sujeto sin atreverse a insistir, bufó molesto y entró a su departamento.

La mujer que escuchaba atentamente sonrió complacida-“sí volvió” pensó aguantando las ganas de gritar de dicha y corrió a su habitación para arreglarse pues apenas se había despertado y estaba hecha un desastre.

-Tiago, escúchame bien-dijo Gerard con mucha seriedad-no quiero que le abras la puerta a nadie ¿me entendiste?

El rubio se encogió en hombros- Está bien.

-A nadie, no importa quién sea-no quería asustarlo pero sabía lo insistente que era su fastidioso vecino y no es que fuese peligroso en el sentido que atentara físicamente contra él, pero su presencia era realmente irritante.

El portugués asintió sonriendo, le parecía cómica la exagerada precaución de Gerard.

Este suavizó su tono al ver la reacción del chico-ven acá-dijo tomándolo de la cintura y besándolo suavemente en los labios.

        Luego Gerard se marchó, no sin antes esperar a que su rubio entrara y trancara con llave. A los pocos minutos la mujer salió encontrándose un pasillo desolado, caminó resuelta hasta situarse frente a la puerta del departamento de Gerard, se sentía nerviosa, con sus manos trató de acomodarse mejor su cabello dejando que un rizo le cayera frente al rostro, alzó su mano para tocar pero no lo hizo, se acomodó mejor el escote dejando ver más piel, estaba en eso cuando el vecino de Gerard también salió

-¿Costanza?-exclamó el hombre sorprendido.

Ella volteó con un dejo de fastidio en la voz-¿Qué quieres Josep?-¿ya supiste?-dijo él emocionado

-Que mi Gerard volvió-contestó sonriendo satisfecha

-sí, con un niño muy hermoso a su lado

-¡Qué!-exclamó sorprendida abriendo mucho los ojos

-¿No lo has visto?-comento él pegando su oreja a la puerta para escuchar

-¿Có...cómo que un niño?-preguntó descolocada

-Debe ser con el que lo vieron en sus vacaciones-comentó tocando la puerta decidido, él sabía que Gerard no estaba pero el chico sí

-¡Pero eso era mentira!-exclamó ella más por convencerse a si misma que porque lo creyera

-No, es cierto y es muy lindo, tengo que hablar con él-insistió tocando la puerta de nuevo.

Ella enrojeció de cólera.

-Lárguese y deje de molestar-dijo el rubio sin abrir y es que fuera de lo que le recomendara Gerard él tampoco quería conversar con nadie.

        Los dos se quedaron atónitos, el uno porque no pensaba que aquel niño con cara de ángel fuese tan borde y la otra por abrir los ojos ante la realidad

-Hola, soy Josep, vivo aquí al lado, quisiera conocerte, hablar un par de minutos y luego te dejaré en paz

-No me interesa, lárgate-contestó el rubio fastidiado

-Rayos, Gerard lo adoctrinó bien-comentó frustrado el hombre

-¡Abre la puerta mocoso de mierda que yo soy la novia de Gerard!-habló furiosa la mujer.
Josep lo miró descolocado-Por qué le mientes, nos vas a meter en problemas

-Cállate-replicó rabiosa.

El rubio se quedó pasmado, por un segundo sintió que su corazón se detenía y que de un plumazo su vida se destruía, pero sacudió su cabeza negándose a creer-eso es mentira perra estúpida porque su novio soy yo-contestó sonrojándose

-¡Maldito!-murmuró apretando sus puños-tú no eres más que un puto-contestó golpeando la puerta con fuerza

-Hey cálmate-pidió Josep-tú lo provocaste

Sin replicar Costanza volvió a su departamento y cerró de un portazo.

Josep suspiró y también volvió al suyo, los ánimos se habían caldeado demasiado

-Estúpida-murmuró Tiago y restándole importancia a lo sucedido fue hasta la cocina y agradeció al cielo por estar solo ya que tuvo que subir a una silla para alcanzar los gabinetes donde estaban las tazas, ya podía imaginar las bromas de Gerard y de Litz.

Se sirvió un café recordando las recomendaciones de Gerard-bah, que se va a dar cuenta, es médico no brujo-murmuró convencido y se sentó a degustar su bebida ojeando el periódico.

Gerard le había restado importancia a su condición de desempleado pero él necesitaba sentirse útil así que buscaría algo que pudiera hacer. Mientras en otro lado de la ciudad Gerard era el último en llegar a la reunión que no era de trabajo sino personal.

-Llegas tarde-dijo como saludo uno de los hombres quien no era otro que Franz quien estaba en la capital desde hace semanas a petición de Gerard para que supervisara la investigación.

Gerard sólo gruñó.


A esa reunión estaban citados Franz y dos miembros de la Interpol,uno llamado Stephan y otro llamado Richard y el fin de la misma era que le expusieran los avances de la investigación.

martes, 20 de enero de 2015

Un ángel llora 8-9-10




Capítulo VIII


         Al siguiente día Tiago despertó a las 10:30 am, se había trasnochado pensando en su salida con Gerard y en lo atento que este había sido, no más al llegar a la casa le había besado tiernamente y le había prometido una vida feliz. Estaba flipado pero también estaba preocupado, Gerard era médico, no sólo eso, había leído en una revista que era el mejor cirujano de Europa, que era dueño de la clínica más lujosa y prestigiosa del continente, que era tan rico que el solo atendía personalmente un caso si este era muy complicado. Era rico, culto y con estatus, mientras él sólo era un chico portugués sin más riquezas que si mismo. Deprimido salió de la habitación sin cambiarse y algo despeinado, iba por el pasillo cuando sintió que lo abrazaban por la espalda asiéndose de su cintura.

-Buenos días-susurró una voz sensual a su oído.

-Ge...Gerard...-susurró sonrojándose.

-Toma-dijo Gerard sin soltarlo ofreciéndole un libro.

El rubio ensanchó los ojos-"Viagens na minha terra" de Almeida Garrett.

         Gerard sonrió complacido al ver la sonrisa de su niño, sabía que al rubio le gustaba leer, lo había visto muchas veces sumido en los libros de su biblioteca y pensó que le agradaría tener uno en su idioma.

- Gracias-susurró el menor e hizo el amago de girarse.

Gerard se lo permitió para recibir un dulce beso del pequeño, entonces Tiago notó unas maletas.

-¿Y eso?-preguntó extrañado.

-Es que está casa es sólo para descansar-dijo Gerard acomodándole un poco el cabello al rubio-pero en realidad viviremos en Amsterdan, debo atender mis negocios desde allá.

El rubio lo miró preocupado y al mayor le extrañó.

-Gerard...yo...-comenzó a hablar el rubio algo nervioso-tal vez ya lo sepas..

-Qué pasa-dijo el otro mirándolo con atención.

-Yo..no vine solo a Holanda-dijo con inseguridad-vine con mi papá.

Gerard suspiró y asintió-Sí, ya lo sabía-dijo y tomando de la mano al chico lo guió al sofá de la sala donde se sentaron- Tiago, yo no quiero que te preocupes por nada…

-Tú no entiendes-le interrumpió el rubio-él..él es peligroso.

-Tranquilo-susurró poniendo su mano sobre la del chico-hay algo que debes saber-dijo no muy contento, no le gustaba hablar de cosas desagradables con él pero tenía que decírselo-tu padre fue apresado.

El rubio se sobresaltó-...pero cómo, cuándo

-Me dijeron que en una redada el mismo día en que te atropellé-dijo apretándole la mano para recordarle que estaba allí para él.

Al rubio se le ensombreció la mirada, el día en que lo había atropellado fue el día en el que había logrado huir del infierno.

Gerard le sostuvo de la barbilla para que lo mirara- Tiago, él..murió.

Un estremecimiento recorrió al rubio, la palabra "murió" le llegaba a la mente como algo vago e irreal-cómo...-murmuró descolocado.

-Una riña entre reclusos-dijo y soltándole la mano lo rodeó con su brazo atrayéndolo a su pecho.

Hubo un momento de silencio que luego de un rato Tiago rompió:-tu sabes lo que...-preguntó dudoso, deseaba que Gerard no supiera que su padre lo había vendido, le era vergonzoso, pero sabía que era imposible.

-shhh,jamás pasarás por algo así otra vez-susurró con seguridad sintiendo su ira renacer contra aquellos bastardos que lo secuestraron-te lo prometo.

        El rubio se sentía vulnerable y muy confundido, por un lado se sentía feliz de que Gerard lo amara, esa sensación de calidez que le daba su protección y amor era indescriptiblemente bella, pero por otro lado pensaba que era un estorbo para Gerard, pues además de pobre era hombre y tal vez eso lo perjudicaría al ser una figura pública.

-No te preocupes más-le susurró Gerard al ver que se mantenía en silencio.

-Tú no entiendes-murmuró preocupado.

-Qué no entiendo-dijo con tono molesto aunque en realidad se sentía afligido pensando que tal vez su niño no estaba seguro de sur sentimientos.

-Yo no tengo estudios...soy autodidacta, así que no tengo ningún titulo-dijo apabullado-tampoco tengo dinero ahorrado, es más si tu hermano no me hubiera comprado ropa andaría desnudo.

        Gerard se sorprendió, para ser autodidacta había aprendido mucho ¡hasta otro idioma!, se enterneció, quería que dejara de mortificarse y le dijo pícaro -umm hubiese sido una gran vista-mencionó besándole la frente aliviado, por un momento pensó que terminaría la relación.

-Te estoy hablando en serio-replicó molesto tratando de apartarse con los mofletes sonrosados de vergüenza.

-Lo sé-susurró sonriendo-pero el que no entiendes eres tú.

-Yo...

-Tú eres lo que más quiero, tú eres al único que quiero a mi lado-dijo tomándolo de la barbilla para que lo mirara-amo tu inteligencia, tu carácter, tu voz y tu cuerpo, te amo Tiago más que a nada en el mundo.

        Al rubio se le llenaron los ojos de lágrimas y se abrazó al mayor con fuerza-yo también te amo, pero no quiero ser una carga para ti.

-Pero que carga vas a ser con tan sólo 40 kilos-bromeó para que dejara de llorar y olvidara su aflicción.

-Pero serás-exclamó separándose y levantando su puño con enojo.

Gerard rio a carcajadas.

-Algún día te..-gritaba molesto el rubio cuando fue interrumpido.

-¡Buenos días!-exclamó eufórico Litz entrando sin reparos-¡pequeninho!-saludó al rubio con un diminutivo en su idioma; desde que supiera la nacionalidad del chico se había empeñado en aprender ese idioma, aunque no se le daba muy bien.

-Pequeño tu madre-dijo cruzándose de brazos y hundiéndose en el sillón con cara de pocos amigos.

Litz puso los ojos como dos puntitos-qué pasó.

Gerard sonrió divertido-nada, ya casi estamos listos-dijo envolviendo al rubio con su brazo y pegándolo a él lo besó en la cabeza.

El rubio ensanchó sus ojos y se puso rojo como un tomate.

Litz puso una expresión de total felicidad-¡lo conseguiste, ya son novios!-exclamó sonriente.

-¡Cállate! -dijo el rubio apenado tratando de zafarse del mayor que parecía un pulpo, era como si le salieran manos y evitaban su cometido.

-Sí, ya somos-dijo el mayor apresando la cara del pequeño y dándole un corto beso en los labios.

-¡Que bien felicidades!

El rubio quedó en shock y como un semáforo su cara fue un caleidoscopio de colores.

-Bien, vamos-dijo Gerard levantándose y tomando la mano del pequeño lo haló suavemente hasta ponerlo de pie.

Pero aunque todo parecía ser un idilio perfecto alguien desde las sombras planeaba algo diferente.

-No te vas a quedar con lo que es mío médico de pacotilla-habló una voz cargada de odio y celos.



Capítulo IX



          Antes de salir Tiago se había cambiado, ahora vestía una playera verde agua y unos jeans, antes de subir al auto hubo una pequeña disputa entre Litz y el rubio por quién se sentaría de copiloto, disputa que ganó el portugués gracias a la intervención de Gerard. Como el rubio no había alcanzado a desayunar así que los mayores decidieron parar en un bonito café para comer algo. No más al entrar las miradas se posaron en el rubio y es que su belleza casi infantil era difícil de ignorar, pero Tiago no era consciente de su propia belleza. El trío se sentó en una mesa junto a una ventana y pronto vino hacia ellos una muchacha peliazul.

-Bienvenidos-dijo ofreciéndoles el menú.

-Gracias-contestaron los tres al unísono.

         Terminaron decidiéndose por las crepas y café para los mayores y crepas y merengada de fresa para el menor quien no dudó en mandarlos al carajo por tratarlo como a un niño. Litz se reía sin pudor pero Gerard mantenía su ceño fruncido pues había notado que desde que habían entrado al local un hombre pelirrojo en la barra tenía sus hijos fijos en su rubio.

-Verdad Gerard ¡Gerard!-llamó el rubio zarandeando al mayor.

-Qué-dijo este descolocado.

-Es que no escuchas-dijo cruzándose de brazos molesto-bueno ya no importa.

-Por eso estas tan chiquito-dijo Litz para picarlo-la gente que hace corajes se queda enana.

-Enano la madre que te...

Gerard ignoró la pueril discusión y volvió la vista al sujeto de la barra, pero ya no lo vio, inspeccionó con la mirada el lugar pero no lo halló y supuso que tal vez se había marchado, pero por alguna razón no se sentía tranquilo.

-Aquí está la orden-dijo la joven con una sonrisa, pero aún estaba sirviendo cuando un joven la tropezó haciendo que derribara la comida sobre Tiago.

         Apenados, tanto el joven que la tropezó como la misma muchacha trataban torpemente de limpiarlo y se disculpaban reiteradas veces.

-Pero qué clase de lugar es este-bufó molesto Gerard asustando al dúo.

-No pasa nada-dijo el rubio sonriendo conciliador-voy al baño y ya.

Los jóvenes lo miraron con ojos acuosos de agradecimiento, Gerard de verdad los asustaba.

-Tranquilos, ya vengo-dijo el rubio yendo al baño.

Litz trató de calmar a su hermano quien seguía molesto.

         El rubio entró al baño, ahí dentro estaba otra persona, el pelirrojo de la barra. Tiago, inocente de todo, lo ignoró y abrió la pila del lavamanos para limpiarse un poco.

-¿Un accidente?-preguntó el pelirrojo fingiendo un encuentro casual, pero lo cierto es que su amigo le había echado una mano tropezando a la camarera.

-Sí-dijo el rubio-nada grave.

-Bajo mi punto de vista sí-dijo con tono seductor-es un crimen ensuciar a un ángel tan bello.

        El rubio sólo lo miró con desdén y se dio vuelta para salir, ya no le importaba limpiarse, detestaba a los idiotas zalameros, pero el otro le asió el brazo deteniéndolo.

-No sabes que es de mala educación dejar a la gente con la palabra en la boca.

-Y a ti no te han dicho que es desagradable repetir frases trilladas de novela barata-replicó con aire altanero.

        El pelirrojo arqueó las cejas sorprendido-así que el mocoso tiene carácter-dijo al tiempo que lo arrojaba contra la pared del fondo y cerraba la puerta del baño con seguro-me gusta.

-Deja de decir estupideces, quítate del medio-exclamó el rubio tratando de sonar calmo.

        El pelirrojo lo arrinconó y se relamió los labios-te voy a tener que castigar-le dijo lujuriosamente y ante el intento del rubio para gritar lo besó furiosamente, el rubio trataba desesperadamente de zafarse pero aquel hombre lo apretujaba con mucha fuerza, tanta que pensó que le partiría las costillas, el beso fue prolongado, el pelirrojo paseaba su lengua a placer por la boca del menor y excitado lo tomó de la cintura y lo sentó en la repisa de los lavamanos sin romper el beso, metiendo al tiempo su mano por debajo de la playera disfrutando de la suave piel. El rubio lo golpeaba, lo empujaba, se retorcía pero no lograba zafarse. El otro rompió el beso pero le metió tres dedos en la boca pera que no gritara y aunque Tiago lo mordió con fuerza sacándole sangre, el pelirrojo no se inmutó, le mordisqueaba el cuello sin piedad y con su mano libre trataba de quitarle los pantalones. En Tiago se hizo patente una sensación ya conocida: pánico. En su mente no cabía la resignación, no ahora que había encontrado el amor verdadero, pero no tenía escapatoria, sólo pensó “Gerard…”



Capítulo X




        Gerard estaba molesto pero no solo por el simple accidente con la mesera sino porque tenía la sensación que algún peligro rondaba cerca y la certeza se la dio el joven que había tropezado a la mesera quien actuaba extraño y parecía querer evitar que fuera por su rubio. Gerard terminó noqueándolo al perder la paciencia y al llegar al baño y notar que la puerta estaba cerrada con seguro confirmó que sus sospechas eran ciertas.

         De una patada rompió la puerta.-¡malnacido!-rugió y de ipso facto le quitó de encima el pelirrojo al rubio-¡te voy a matar!-gritó al tiempo que empezaba una lluvia de golpes potentes sobre el pelirrojo que sólo alcanzó a encogerse tratando de protegerse inútilmente.

        Uno tras otro los puñetazos iban llenando de sangre el lugar, llegó entonces Litz. -¡Gerard, cálmate!-gritó agarrando a su hermano por la espalda-esta basura no vale la pena-intentó detenerlo, si lo mataba todo se volvería un rollo engorroso y fastidioso. Buscó con la mirada a su cuñado y lo vio en un rincón, el chico estaba como ido, llorando recargado de los azulejos tapando su rostro con sus manos-¡Tiago!

        Al exclamar su nombre Gerard reaccionó y zafándose de su hermano se acercó rápido a su rubio-Tiago-llamó sosteniéndole el rostro con ambas manos pero el chico seguía perdido, asustado Gerard se mojó la mano y la pasó por la cara del portugués-Tiago-volvió a llamar, entonces el muchacho reaccionó.

-¡Gerard!-exclamó con un hilo de voz al tiempo que se abrazaba a él con fuerza sintiéndose seguro ahora.

-Tranquilo,ya pasó-susurró acariciándole la cabeza, enredando sus dedos en las hebras doradas-ya estoy aquí.

        El rubio lloró en el pecho del mayor hasta calmarse un poco, en eso la camarera que había estado pendiente de todo el ajetreo entró-disculpe señor...-dijo tragando grueso al ver al pelirrojo inconsciente y lleno de sangre-aquí tiene agua con azúcar...para el niño.

        Gerard la miró con enojo, sabía que la joven no tenía la culpa pero ¡diablos, estaba enojado! De mala gana aceptó el vaso dándoselo al rubio quien bebió solo un poco.

Litz se acercó a su hermano-mejor vámonos-le dijo en voz baja, ya que notaba que se empezaban a aglomerar los curiosos.

Gerard ayudó al rubio a bajarse del lavabo, él hubiese preferido llevarlo en brazos pero sabía que al portugués le disgustaría así que sólo le tomó la mano y salieron del lugar.

        El viaje fue silencioso. Al llegar a Amsterdan Gerard condujo al rubio a su departamento ubicado en un edificio lujoso del centro de la ciudad. Litz se marchó para resolver sus asuntos. El rubio ni siquiera notó lo costoso del lugar pues estaba sumido en sus pensamientos, sentía un poco de vergüenza. Al entrar Gerard lo sacó de sus cavilaciones.

-Espero que te guste-le dijo poniéndole la mano en el hombro.

-¿eh?...-dijo mirando el lugar, abrió los ojos con asombro, el sitio era inmensamente grande y con una decoración exquisita-es..es muy bonito.

        Gerard sonrió y le tomó la mano para guiarlo-mira-dijo llevándolo a la cocina-esta es la cocina-salió de ahí y lo fue llevando mostrándole cada rincón de la casa hasta llegar a las habitaciones-está será tu cuarto ¿te gusta?-preguntó mirándolo con detenimiento.

        El rubio estaba pensando en lo que recién le había sucedido en el café, alzó la cara para mirar al mayor-Gerard, gracias por salvarme-le dijo con su corazón lleno de gratitud.

        Gerard sintió un nudo en su garganta, sentía que le había fallado y que no merecía esa gratitud. Le acarició la mejilla, quería borrar todos sus sufrimientos. Se inclinó y lo besó, el rubio correspondió pasando sus brazos por el cuello del mayor y este envolvió su cintura, fue un beso largo, pasional, las lenguas danzaban juntas, en una caricia de amor,Gerard comenzó a excitarse en demasía y guio al chico hasta la cama donde lo tumbó de espalda y se le echó encima, rompió el beso y lo miró a los ojos, temiendo asustarlo pero Tiago le sonrió y le dio un tierno beso en los labios indicándole que podía seguir, se sentía nervioso pero amaba a Gerard y quería demostrárselo. El pelinegro sonrió sintiéndose el hombre más afortunado del mundo y atrapó los labios del menor en un beso apasionado, sus lenguas se encontraban y se reconocían, Gerard rompió el beso y le mordisqueó el lóbulo de la oreja.-eres precioso-le susurró.

         El menor se estremeció, sintió como el otro metía sus manos bajo su playera acariciándolo con ansiedad al tiempo que su lengua caliente le exploraba el cuello. Con agilidad Gerard le quitó la playera y observó con lascivia las rosadas tetillas, el rubio se retorció de placer cuando Gerard atrapó una con su boca y la succionó y lamió con pasión. Luego, beso a beso recorrió el abdomen poniendo especial atención al ombligo, sus manos expertas desabotonaron el pantalón y en cuestión de instantes el portugués ya no los tenía, Gerard lo contempló y se relamió los labios deseoso, se acercó al rostro sonrojado del menor y lo volvió a besar, al romper el beso no se pudo apartar pues el rubio lo tenía sujeto por la corbata, él lo miró y comprendió que su niño quería participar así que lo dejó hacer.

        Con delicadeza Tiago le quitó la corbata y luego comenzó a desabotonarle la camisa, mientras lo hacía se mordía el labio inferior y mantenía sus cachetes rojos no solo por la excitación sino también por la vergüenza pues era su primera vez. Gerard lo sabía y eso le disparaba el libido intensamente. Cuando quedó sin camisa ayudó a Tiago a quitarle los pantalones así los dos quedaron en boxer. Gerard volvió a unir sus labios con los del pequeño portugués y enseguida bajó a las caderas donde dejó un suave beso mientras lo despojaba de la ropa interior observando el miembro despierto, fijó su vista en el rostro del chico quien jadeaba y mantenía los ojos entrecerrados, lamió el glande y el rubio se arqueó al tiempo que soltaba un suave gemido, el pelinegro sonrió y lamió un poco el pene antes de metérselo a la boca y comenzar un subir y bajar delicioso, el rubio sujetó con una mano los cabellos del mayor mientras con la otra apretaba las sabanas, sus gemidos eran cada vez más fuertes e inconscientemente comenzó a mover su cadera buscando más placer, Gerard lo complació, se movió más rápido aumentando el placer y finalmente Tiago eyaculó en su boca soltando un fuerte gemido y estremeciéndose.

        Gerard se separó tragándose la semilla de su amante y se aproximó a su cuello besándolo, el rubio respiraba aceleradamente y mantenía sus ojos cerrados aun sin recuperarse. El pelinegro llevó sus dedos a la pequeña boca.-chúpalos-le susurró seductor al oido.

        El rubio entreabrió los ojos, no sabía exactamente qué iba a pasar pero obedeció. Luego de un rato Gerard bajó su mano hasta el entrepierna del chico y besándolo en los labios metió un primer dedo.

       Tiago abrió los ojos de golpe y rompió el beso-¡me duele!-gritó exaltado tratando de apartarse pero Gerard lo sostenía firme.

-Tranquilo-le susurró al oído-pasará.

-Gerard..-el rubio se aferró a los hombros del mayor temeroso.

-¿Confías en mí?-preguntó Gerard mirándolo a los ojos lleno de deseo.

El rubio apretaba sus dientes con fuerza, se enfocó en los ojos de su amante y asintió levemente.

-Te amo-le dijo Gerard besándolo, comenzó a mover el dedo muy lentamente, sentía al menor tenso y comenzó a besarle el rostro y a susurrarle palabras dulces hasta que sintió que se tranquilizaba un poco.

Tiago jadeaba, ya no sentía dolor pero le era un poco incómodo, sin embargo los besos de Gerard eran cálidos, cuando comenzaba a relajarse Gerard le metió un segundo dedo.

-Arrgg-se quejó el rubio echando su cabeza hacia atrás.

Gerard aprovechó para besarle el cuello y también el lóbulo de la oreja-eres mi vida-le susurró.

        Tiago sintió su aliento en su oreja y se estremeció, trataba desesperadamente de calmarse, pero no podía ¡vaya que le dolía! Gerard esperó, sentía la entrada del rubio pulsante presionándole los dedos, le mordió suavemente el hombro y luego atrapó sus labios para comenzar a mover sus dedos, sus cuerpos sudaban y se sentían calientes, después de besarse por un rato y cuando el rubio estaba acostumbrado al par de intrusos en su cuerpo Gerard metió el tercero.

-Arrgg, ya Gerard-rogó el rubio sintiéndose sofocado.

-Tranquilo-susurró Gerard-ya casi.

        Cuando sintió que el rubio estaba lo suficientemente dilatado sacó sus dedos y se situó entre sus piernas levantándoselas un poco, los ojos azules se clavaron en los negros reflejando un poco de temor. Gerard se sentía a arder, observó con detenimiento el rostro de su amante con sus mechones rubios pegados a su frente perlada de sudor, su boca entreabierta y las mejillas sonrosadas y una mirada inocente, asustada y lujuriosa a la vez.-te amo-le dijo y comenzó a entrar en él.

        Al sentir el glande traspasando su entrada el rubio apretó los dientes y se aferró a las sabanas, cuando el miembro estuvo totalmente dentro arqueó la espalda, Gerard lo sostuvo de las caderas y comenzó a moverse lentamente, se sentía pleno, Tiago era muy estrecho y su ano apretaba deliciosamente su miembro, se inclinó para besarlo y el rubio se aferró a sus hombros, le estaba doliendo mucho, pero las profundas estocadas tocaron una parte sensible que le provocó un estremecimiento y deseoso olvidó el dolor y empezó a moverse buscando más de ese adictivo placer, los dos se movían acompasadamente acariciándose con pasión, Gerard ya había perdido el autocontrol y embestía al pequeño con fuerza, casi saliendo de él y luego volviendo a entrar muy profundo, le enloquecían los gemidos del rubio y la forma como este se aferraba a él.

-¡Gerard!-gritó el chico y convulsionándose se corrió.

       Atrapando sus labios en un beso furioso de pasión Gerard le sostuvo firme para dar tres fuertes estocadas y correrse dentro del pequeño.

       Jadeando se sostuvo de sus antebrazos para no echar todo su peso sobre el menor quien lucía exhausto, tenía los ojos cerrados y respiraba descontroladamente.

        Gerard le dio un corto beso-ha sido hermoso-le dijo en un tono muy bajo-te amo-dijo mientras lo acariciaba el muslo, entonces lentamente y con mucho cuidado salió de él y se acostó a su lado atrayéndolo sobre su pecho.
        Lo observó con detenimiento y notó la sangre entre sus piernas y la sabana, sabía que era virgen pero aun así era mucha. Es que el miembro de Gerard apenas le cabía, esperó unos minutos para que el chico se recuperara-¿Estás bien?-le preguntó acariciándole la mejilla

-…Sí-contestó Tiago sonriendo y de manera infantil se aferró al mayor.

        El pelinegro sonrió aliviado y le besó la cabeza-vamos a bañarnos-dijo levantándose y trayendo consigo a Tiago, cargándolo llegó hasta el baño. Allí con el agua tibia cayéndoles suavemente se asearon entre caricias y besos. Luego Gerard lo llevó a su habitación, la alcoba principal y se acostaron abrazados para luego rendirse en un profundo sueño reparador.