martes, 17 de febrero de 2015

Conspiración 1-2

Capítulo I


        Llevaban aproximadamente dos horas allí, según sabían su víctima era el emperador de Brillenglas, el imperio más grande sobre la tierra, un hombre  cauteloso y muy inteligente. Muchos habían sido los intentos de secuestrarlo pero siempre habían fracasado y eso le  había hecho una popularidad con su pueblo que lo respetaba y admiraba. Era bueno escabulléndose, por eso los habían llamado.


        A nadie les gustaba hacer trato con ellos porque les tenían miedo y desconfianza, pero la capacidad de escabullirse del emperador Naivität de Brillenglas ameritó sus servicios, eran los únicos que podrían capturarlo. El grupo más peligroso y certero conocido en las grandes cúpulas de poder: Los Koks.


        En los límites del sendero estaban ocultos sobre las copas de los árboles,  el grupo de secuestradores  divididos así: Ode, la única mujer del grupo y Hund, el cazador de lobos en un árbol, Wass alto y silencioso y Ziel llamado “el armador” porque era él quien siempre reunía todos los datos para sus trabajos,  en otro,  Gelb el más joven del grupo, de cabellera rubia llamativa y finalmente Ehre el frívolo líder en el tercero. Esperaban pacientemente a su víctima. De pronto un carruaje se divisó a lo lejos y Ziel les hizo una seña indicándole que allí venía ésta.


—¿En esa porquería?—susurró Gelb incrédulo, refiriéndose al precario carruaje que se acercaba tirado apenas por un caballo y preguntó burlón-¿es emperador de pobrelandia?


—Cállate tonto—le contestó Ehre en voz baja—no ves que precisamente lo hacen  adrede para evitar ataques.


Gelb  frunció la boca sintiéndose tonto.


        El caballo color café llevaba un trote firme, pero de pronto paró y soltó un relincho, frente a él había saltado una mujer de cabello corto que golpeando el suelo había hecho un tremendo agujero.


—¡Nos atacan!—gritó el cochero con desesperación pues sabía perfectamente que no podrían ofrecer lucha.


Hund rápidamente noqueó al cochero—juego de niños—exclamó con autosuficiencia.


El resto rodeó el vehículo.


         Del carruaje bajó un hombre alto con la mitad del rostro cubierto con un velo, este trató de atacar a Ehre quien ya se acercaba al coche pero este fácilmente lo noqueó y abrió la puerta del mismo sorprendiéndose enormemente de lo que veía, frente a él, con unos preciosos ojos verdes asustados estaba un muchachito de unos catorce o quince años, de rostro suave y exótico cabello rojo. Había esperado ver a un viejo regordete siendo el emperador  de una nación enorme pero… salió de su ensimismamiento cuando recibió un puñetazo del chico de lo hizo caer de espaldas. El pelirrojo se bajó con premura pero una vez fuera del coche quedó pasmado, eran muchos delincuentes…estaba perdido.


        Ehre se levantó con una velocidad impresionante y lo asió fuertemente del brazo hasta hacerle daño pero aun así el muchacho no se quejó y sólo lo miró con odio. Ehre apretaba cada vez más su agarre, quería sacarle una queja, alguna súplica, pero aunque el pelirrojo sentía que pronto se le quebraría un hueso no le dejó ver ninguna mueca de dolor, exasperando al mayor. El ambiente estaba muy pesado, parecían dos fieras a punto de destrozarse.


        De pronto una sonora carcajada se escuchó en todo el bosque, era Gelb quien se retorcía de la risa. Ehre y su presa lo miraron sin comprender y entonces el rubio aclaró:


—¡A Ehre lo derribó un nene!—exclamó y rompió en carcajadas nuevamente.


        El resto del equipo, quien se había asombrado sobremanera al ver a su líder en el suelo no pudo  ahora, evitar seguir al rubio y reír estrafalariamente.


        Ehre encolerizó, había sido humillado por un mocoso debilucho, porque eso esa, el golpe que le había dado no tenía nada de fuerza, pero su tontería de haberse quedado como idiota contemplándolo hizo  que fuera suficiente para perder el equilibrio—¡Cállense!—rugió con tanta ira que el silencio fue inmediato—Amárralo—le ordenó a Hund al tiempo que le lanzaba al pelirrojo—y vámonos.


        Sin decir más, Hund hizo lo que le ordenaron y además de atarlo lo amordazó, no es que el pelirrojo fuese muy hablador, pero nunca se sabe, podría a mitad de camino comenzar a gritar por ayuda y no podían arriesgarse, se echó el pelirrojo al hombro y entonces  todos  partieron hacia la guarida. En el camino hubo silencio. Todos conocían muy bien a Ehre y sabían que si alguien pronunciaba palabra alguna en sus momentos de ira se convertía en un saco descarga-estrés para el líder y definitivamente cada uno allí apreciaba mucho su propia vida. Ehre  yendo delante de todos, como guía, se sentía pésimo, no soportaba la idea de haber quedado en ridículo frente a sus subordinados,  no dejaba de pensar que ese  renacuajo pelirrojo se las pagaría.



Capítulo II




         Los Koks eran una raza especial, sus sentidos eran muy agudos, cien veces más que los de un humano cualquiera, además su fuerza era descomunal, precisamente esas cualidades hicieron que hace unos años las naciones más grandes del mundo se unieran para exterminarlos, por miedo. De aquella cacería que los tomó desprevenidos, apenas sobrevivieron ocho, siete formaban la banda de delincuentes y el otro, hermano de Ehre, había desaparecido hace años. Si estaba muerto o vivía eso nadie lo sabía.
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        Wass  lo penetraba con tanta rudeza que parecía querer partirlo en dos mientras  que Gelb apenas conseguía sostenerse apretando con sus manos la cabecera de la cama, ambos gemían de placer mientras un tercer gemido se escuchaba en la habitación, era
Ode, quien sentada en un sillón verde, junto a la cama, observaba excitada la escena.


        Wass y Gelb terminaron con un sonoro gemido y ella, masturbándose, también terminó; cuando vio a los dos hombres caer pesadamente sobre la cama sonrió al recordar:


        Estaba molesta, Ehre la había rechazado de la manera más hosca posible, caminaba furibunda hasta que Gelb se interpuso en su camino con un pastel de fresas.


—…Ode…yo…este…—murmuró con un tenue sonrojo.


        Fastidiada rodó los ojos dispuesta a descargar su frustración con el rubio, pero entonces tuvo una idea, lo miró de arriba abajo y sonrió, era un chico muy atractivo después de todo y a ella le vendría bien algo de acción.


—Yo podría ser tu novia—inició mirándolo fijamente.


El rubio sonrió emocionado.


—Con una condición—siguió ella.


—La que sea—contestó con prisa Gelb, llevaba meses babeando por ella.


—Quiero verte follar con Wass—dijo sin tapujos, le hubiese gustado más que fuese con Ehre pero sabía que este jamás le daría gusto.


       Gelb quedó en shock, se preguntó mentalmente si había oído bien y la sonrisa perversa de Ode se lo confirmó.


        Las relaciones entre personas del mismo sexo eran comunes entre la gente de su pueblo, pero lo cierto es que jamás se le había cruzado por la mente hacerlo con Wass.


—…per…pero…—Gelb no atinaba a coordinar las ideas.


Ella bufó molesta ante tanta duda-bueno, si no quieres…


—¡Sí!—se apresuró a decir antes de que se fuera, por ella haría lo que sea.


       Ella amplió su sonrisa, ansiosa, sabía que Gelb no le negaría nada y ya se sentía húmeda al imaginar la imagen tan erótica que iba a presenciar.


        Y de hecho era mejor de lo que había imaginado. Observó a Wass, quien  se levantó, se vistió y salió sin decir nada, le había gustado follarse a Gelb y había matado la curiosidad y descargado todo el deseo sexual que llevaba reprimiendo desde hace un tiempo. Ahora podía seguir tranquilo con su trabajo.


        La mujer se levantó y comenzó a lamer la espalda sudorosa del rubio, ahora le tocaba a ella comerse a ese bombón.


        Mientras, Ehre caminaba sumido en sus pensamientos, ansiaba que Maler, su primo, volviera pronto con valiosa información. Generalmente su banda se limitaba a entregar las presas y cobrar, pero esta vez era diferente, la presa era el emperador de prácticamente la mitad del mundo, con ese pensamiento bufó fastidiado, le era increíble creer que un mocoso tuviera tanto poder político; por otro lado su cliente era Lord Schlange, un poderoso banquero cuyos tentáculos alcanzaban todas las esferas y  se corría el rumor de que conocía técnicas siniestras.   Le preocupaba que por ignorancia hiciera algo que contribuyera con su perjuicio.


        Soltó un hondo suspiro, tal vez si tenían suerte Lord Schlange sólo quisiera al mocoso para follarlo de mil y un maneras,  se detuvo en seco con ese pensamiento, a su mente vino la imagen de un dulce pelirrojo asustado, esa primera imagen que tuvo de él en el coche y que lo engañó tontamente, se relamió los labios pensando “no estaría mal violarlo”


        Cuando se dio cuenta ya estaba frente a la puerta del sótano donde mantenían al emperador Naivität cautivo. Sin pensarlo mucho entró y bajó las escaleras, abajo todo estaba oscuro y frunció el ceño extrañado, podía oler el miedo del joven emperador y gracias a su vista perfectamente adaptada para ver en la oscuridad, escudriñó el sitio y pronto notó una cabellera rojiza tras un estante, suprimió una sonrisa, era obvio que el pelirrojo trataba de emboscarlo, así que decidió seguirle el juego.


        Desde su escondite Naivität veía la silueta de Ehre, creyendo tener ventaja esperaba poder tomarlo por sorpresa y si tenía suerte noquearlo de un solo golpe, aunque sabía que era difícil, el vándalo era muy fuerte, el brazo aún le dolía por el apretón que le había dado. Vio a Ehre avanzar más y pensó que era el momento justo. Lo atacó. No pudo siquiera saber cómo había ocurrido todo, lo único que supo fue que su espalda terminó pegada a la pared y el cuerpo del bastardo muy cerca del suyo.


—¿En verdad eres el emperador?—le preguntó con burla  Ehre sosteniendo con una sola mano las dos del chico sobre su cabeza. Su mano libre descansó sobre la cadera del pelirrojo—¿asustado?—preguntó con sorna, pues aunque el chico mantuviera una expresión estoica, él podía oler su miedo.


—Suéltame y pelea como hombre—le contestó clavando sus verdes orbes en los negros del mayor.


Ehre sintió aumentar su libido, recorrió con los ojos el cuerpo del otro, menudito, suavecito y con un olor a jazmines delicioso—¿pelear?, no, no me gusta zurrar a los nenes.


Naivität frunció el ceño muy levemente, pero suficiente para que el azabache lo notara y ampliara su sonrisa—¿qué, el nene se enojó?.


—Quítate, poco hombre—gruñó molesto el pelirrojo.


       Ehre apretó su agarre y con brusquedad se pegó al menor colocando su pierna derecha en medio de las de Naivität rozando con violencia el miembro de este al tiempo que su mano viajaba de la estrecha cadera hasta la redonda nalga del menor, apretándola con fuerza-¿quieres que te muestre cuan hombre soy?


        Naivität se asustó, se revolvió evitando la mirada del mayor, pues en ese momento no era capaz de ocultar su miedo y no le daría el gusto de verlo vulnerable-¡Suéltame!-exigió con algo de aplomo.
Ehre, como respuesta se inclinó y le mordió el cuello, no tan fuerte para cortarlo pero lo suficiente para marcarlo, su jueguito de amedrentamiento se le estaba volviendo en contra, se estaba excitando demasiado.


lunes, 16 de febrero de 2015

Conspiración 3

Capítulo III

Apenas podía verlo en medio de aquella oscuridad, sintió sus dientes sobre su cuello haciendo presión—¡Déjame!—aulló desesperado y escuchó la risa sardónica de Ehre y su cálida respiración rozándole el cuello—qué te pasa pequeño, despertaste el león, así que ahora te aguantas las garras.

Naivität sintió sus ojos arder y apretó la boca para contener el llanto, para su suerte llamaron a la puerta.

—¡Ehre, Maler llegó!—gritó Hund.

Ehre sentía claramente a Naivität temblar y eso lo hacía sentir poderoso y excitado, el pelirrojo era tan menudo que él lo cubría por completo, una terrible lascivia lo había invadido y masculló una sarta de maldiciones hacia la bendita capacidad de su primo para ser inoportuno. Soltando un sonoro suspiro soltó al menor aún sin alejarse, Naivität se mordió el labio tratando inútilmente de dejar de temblar.

—Hoy te salvaste pequeño—le susurró al oído para después marcharse.

Naivität se quedó de pie, en el mismo lugar, por unos segundos, todo su cuerpo temblaba de miedo, cayó de rodillas y gimoteó, pero haciendo acopio de todas sus fuerzas suprimió las lágrimas que pujaban por salir. Él era el emperador de  Brillenglas, no lloraría.

Ehre llegó  al salón y miró a Maler con impaciencia—qué averiguaste.

Maler sonrió—sí, estoy bien, algo cansado, gracias por preocuparte—contestó con ironía.

Ehre bufó molesto, no estaba de ánimos para sus tonterías.

Afuera el rubio salía de la habitación sin haber tocado a Ode, pese a lo que creía su amor no pudo soportar la humillación y menguó, aún no entendía bien que le pasaba, pero de lo que sí estaba seguro era de no quererla cerca. Sus ojos vacíos miraban sus propios pies mientras caminaba sin rumbo, de pronto vio frente a él  pies ajenos, alzó la vista y se topó con la fría mirada de Hund, quien sin decir palabra lo abofeteó para luego marcharse y dejarlo solo. Los ojos azules se cristalizaron y algunas lágrimas corrieron libres, se sentía miserable.

Ziel, quien iba hacia ellos paró en seco la ver la escena, ya podía imaginar lo que ocurría: Hund estaba celoso porque Wass había ido a follar con Gelb “pero que complicado es ese chico” pensó, pues recordaba los innumerables momentos en los que Hund había rechazado a Wass. No entendía porque lo hacía si lo quería. Suspiró aliviado de no estar enamorado de nadie y restándole importancia al asunto se acercó al rubio para encomendarle la tarea de alimentar al cautivo.

—Gelb—llamó con tono neutro.

—¿Um?—murmuró el rubio con un hilo de voz, sin mirarlo.

-Llévale esto al mocoso—dijo refiriéndose al emperador.

Gelb tomó la comida y el jugo y asintió.

Ziel suspiró, le parecía que todo ese embrollo innecesario provocado por Ode y sus perversiones era totalmente absurdo. Despidiéndose con la mano fue con Ehre y Maler porque él también quería saber de qué iba el asunto con el pequeño emperador.

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El sol resplandecía en lo alto del cielo contrastando con la oscuridad del sótano, el rubio bajó las escaleras sin ningún cuidado.

Naivität, abajo lo miraba con recelo, al contraluz notó que no era el líder bastardo pues este hombre era algo más bajo. Aún estaba de rodillas así que se apresuró  a  levantarse, no quería dar una imagen sumisa o débil, al acercarse el rubio Naivität pudo detallarlo, se sorprendió de lo demacrado que se veía, tenía una expresión de tristeza y angustia enorme.

—Niño—lo llamó Gelb con voz apagada sin ánimos de buscarlo siquiera con la mirada.

Naivität pensó que podría aprovechar la situación, tanteó la pared y encontró el interruptor, cuando pudo encender la luz parpadeó un par de veces para acostumbrarse.

—Ah, ahí  estás, ten—le dijo con desgano, ofreciéndole un plato con carne y arroz y un jugo de naranja—come.

Naivität tomó lo que le ofrecía y vio como el rubio se sentaba en una pequeña silla de madera, seguramente esperaría a que terminara de comer. Caminó despacio y se sentó en el suelo recargando su espalda en la pared y despacio comenzó a comer, veía al rubio perdido en sus pensamientos, hacía gestos de tristeza, otros de dolor.

—¿Quieres?—le preguntó Naivität con fingida inocencia, le había parecido genial que le hubiese tocado ese chico rubio como vigilante. Se veía a leguas que era un ingenuo, además  que era obvio que estaba  afectado por algo.

—….¿eh?...—Gelb lo miró desencajado.

Naivität le hizo un ademán señalando un trozo de carne que tenía pinchado en el tenedor.

Gelb sonrió—No gracias, pequeño, come tranquilo.

Naivität sonrió para sus adentros, su apariencia engañosa de un chico de catorce años le ayudaba a ganarse fácilmente la confianza de la gente—¿por qué estás triste?—preguntó  usando de nuevo un tono cargado de inocencia.

Gelb, de corazón noble sonrió, él pertenecía a aquella banda sólo porque era fiel a su raza, pero no le agradaba lastimar o subyugar a otros, miró al pequeño pelirrojo que lo miraba con sus grandes ojos color verde esmeralda y sintió ternura, recordó como lo habían traído hasta allí, cargado como si fuese un costal y se sintió arrepentido.

—Ven acá—lo llamó extendiendo sus brazos hacia él. En su estado emocional necesitaba mucho de un abrazo y ese chico le inspiraba mucha ternura, era algo así como un lindo osito de felpa.
Naivität tembló inseguro por lo que iba a hacer, era su oportunidad, en una mano llevaba el tenedor que llevó a su boca en un gesto infantil distrayendo al rubio, en su otra mano llevaba el cuchillo.




Continuara…

domingo, 15 de febrero de 2015

Conspiración 4


Capítulo IV


Sentía  que sus manos sudaban de más, estaba muy nervioso, cuando llegó junto al rubio este lo sentó sobre sus piernas y lo abrazó como si fuese una madre abrazando a su hijo. Gelb iba a pedirle perdón por todo lo que le estaban haciendo pasar pero no pudo, sintió que le faltaba el aire y un dolor agudo se instalaba en su costado, percibió que el chico se apartaba y vio que sostenía un cuchillo ensangrentado, sonrió  burlándose de sí mismo “cómo no me di cuenta”, fijó su vista en la mirada verde agua  y notó el terror en ella.

Perdió sus fuerzas y el pelirrojo retrocedió torpemente, cuando el cuerpo del rubio tocó el suelo Naivität dio un respingo, estaba como ido mirando el fluir de la sangre del otro, se estremeció aturdido. Lo había hecho ¡Había apuñaleado a una persona! Caminó torpemente y en vez de salir con cautela como había planeado terminó corriendo desesperado, tropezando, cayendo y levantándose muchas veces, su mente nublada entre brumas de tristeza y angustia.

Por azares del destino la suerte lo acompañó, nadie notó su huida porque todos estaban ocupados en otros asuntos: los mayores conversando en el salón, Ode fumando un cigarrillo acostada aún en la cama maldiciendo su suerte, Hund llorando en el patio trasero y Wass limpiando sus armas en su habitación.

Corrió sin rumbo deseando más allá de escapar olvidar la terrible sensación de rasgar la piel de una persona, cuando sintió que se ahogaba se detuvo cayendo de rodillas. Golpeó con sus puños el suelo—deja de lamentarte-se instigó a sí mismo— se un hombre. De pronto su monólogo fue interrumpido por un ruido detrás de unos arbustos, se puso de pie de un salto temiendo que lo hubieran hallado, pero entonces el intruso se dejó ver y los ojos de Naivität se ensancharon enormemente—… ¡Verräter! …—murmuró incrédulo.

—¡Emperador!—exclamó con el mismo asombro el hombre.

Naivität no sonrió porque su orgullo no lo permitió, pero sintió una dicha enorme de encontrarse con su fiel siervo, Verräter. Ahora le parecía que la pena sería más llevadera.

—¿Lo siguen?—preguntó Verräter acercándose a él, receloso.

Naivität negó con la cabeza—creo que ni se han dado cuenta de que me escapé.

Verräter sonrió ampliamente y al llegar junto a él lo tomó por los hombros, Naivität se sorprendió, pues su siervo jamás lo tocaba ya que estaba prohibido que tocara al emperador, aunque tampoco le importó en ese momento, alzó la cara para mirar los ojos del mayor y se extrañó al no poder descifrar su mirada.

—¡Que bien!,  después de todo tomaré lo que siempre quise—comentó al afianzar su agarre para inclinarse a besarlo.

Naivität se sobresaltó y alejó la cara lo más que pudo, Verräter le restó importancia y comenzó a besuquearle el cuello.

—¡Qué haces! ¡Suéltame!—gritó asustado.

—Cállate—ordenó Verräter, echó un vistazo en derredor para cerciorarse de que nadie los había visto, mientras Naivität seguía forcejeando para liberarse, estaba impresionado, aún no podía creer del todo que Verräter, el hombre que prácticamente lo había criado, lo traicionara así. El mayor se lo echó al hombro y buscó con prisa la cueva donde llevaba horas escondido. Al llegar soltó al menor en el suelo sin ningún cuidado.

—Por qué haces esto—preguntó dolido levantándose.

—Porque me gustas—contestó Verräter —siempre me gustaste, pero no podía tocarte y eso me encabronaba.

Naivität respiró  profundo tratando de recuperar su semblante indiferente—qué idiotez estás diciendo.
Verräter comenzó a acercársele mirándolo con lascivia—y ya que el plan se vino abajo qué caso tiene ocultarte mi deseo.

Naivität sintió su corazón dispararse a mil al ver a ese hombre cada vez más cerca, apretó los puños y trató de correr hasta la salida de la cueva pero Verräter lo atrapó por la cintura.

—No, mí pequeño emperador, tú de aquí no te vas.

—¡Suéltame!—gritó asqueado, el miedo se había apoderado totalmente de él.


Verräter lo ignoró y lo besó afianzando su agarre sobre la pequeña cintura con una mano y atrapando su nuca con la otra haciendo presión para besarlo a placer, sentía los puños de Naivität golpearle el pecho y como se retorcía con furia, eso lo excitaba sobremanera, su lengua pujaba por entrar en esa boquita rosa que lo volvía loco pero el pelirrojo apretaba los labios impidiéndole el acceso, entonces lo cogió del cabello y lo zarandeó para ver si lograba que abriera la boca, pero Naivität se mantuvo obstinado.

Continuará...

sábado, 14 de febrero de 2015

Conspiración 5

Capítulo V

Ehre estaba fastidiado—te mandé por información, no como guía turístico—le dijo a Maler quien hasta ahora le había contado que Brillenglas era un imperio de costumbres antigüas, que sólo los varones tenían derecho al trono y otras cosas más.

Maler sonrió—paciencia mi…

De pronto calló y todos se miraron, ahora notaban que la esencia del pelirrojo estaba lejos, pero habían estado tan distraídos que no se habían percatado cuando se alejaba.

—¡Que mierda!—exclamó Ehre saliendo del salón seguido de los otros dos.

Antes de salir de la casa Hund los interceptó, estaba agitado y con los ojos llorosos —el chico escapó y Gelb está herido.

—¡Qué!—exclamó con asombro Maler.

Rápidamente los tres mayores corrieron al sótano, cuya entrada estaba afuera de la casa, Hund por su parte se quedó de pie, confundido con un revoltijos de sentimientos encontrados.

En el sótano se toparon con Ode atendiendo la herida de un Gelb acostado boca abajo en la cama, lívido como un papel.

—¿Qué pasó?—preguntó Ehre secamente.

—No es nada de qué preocuparse—dijo Ode sin interrumpir su labor—la herida es muy superficial, se desmayó por la presión emocional.

—Que tú provocaste—dijo Ziel con tranquilidad.

La mujer lo miró con desprecio.

—Qué quieres decir—preguntó Maler un poco aliviado, por la cara de Hund había creído que el asunto era muy grave.

—El mocoso está lejos—interrumpió Ehre, más para sí mismo que para los demás—Maler,

acompáñame—dijo mirando a Ziel, ordenándole tácitamente que velara por Gelb.

Este asintió.

Una vez fuera del sótano percibieron la esencia de Naivität con facilidad y sin decir nada se adentraron en el bosque.

En la cueva, frustrado por no poder besarlo a placer, Verräter se separó un poco y le rasgó la camisa, Naivität trató inútilmente de impedirlo, empujándolo para alejarlo pero parecía que intentaba empujar una pared de concreto, no se movía.

Verräter se detuvo a mirarlo—Oh, ya le diste el culito a otro—comentó al ver la marca en su cuello—malagradecido, la primera probada debió ser para mí—exclamó relamiéndose y sujetando con fuerza el pequeño cuerpo lo derribó situándose sobre él.

—¡Déjame ya, maldito!—gritó Naivität furioso, su voz había perdido el temple—¡Suéltame!¡Que me dejes!

Tomándolo con brusquedad, otra vez del cabello, intentó nuevamente introducir su lengua, pero Naivität cerró la boca y nuevamente apretaba los labios, para ayudarse, Verräter le pellizcó con algo de fuerza  la rosada tetilla, cuando el pelirrojo gimoteó adolorido metió su lengua invadiéndolo a placer, mezclando su saliva con la de Naivität, escudriñando cada rincón de esa deliciosa cavidad y casi ahogándolo en el proceso, mientras restregaba su cuerpo sobre el menor para que sintiera su sexo duro, pulsando ansioso por penetrarlo. Sentía las uñas del pelirrojo clavándose en sus hombros, los golpes y tirones, todos esos esfuerzos que el pequeño hacía para liberarse lo excitaban como a un animal en celo.

—Eres hermoso—le dijo al abandonar su boca y apoderarse del níveo cuello, mordisqueándolo y besándolo como un poseso.

—¡No! ¡Basta!—aulló Naivität sintiendo repulsión, desesperación, angustia todo mezclado para atormentarlo-¡Déjame, maldito, déjame!

Verräter lo ignoró, dejó un camino de besos sobre el suave pecho y luego atrapó un rosado botoncito para succionarlo con fuerza al tiempo que le bajaba los pantalones.

—¡No Verräter! ¡no!—gritó revolviéndose furiosamente.

Afuera, los dos primos escucharon el último grito y fue Ehre el primero en entrar en la cueva, sintiendo de pronto desesperación. Al ver lo que sucedía la ira se apoderó de cada resquicio de su cuerpo y con una fuerza sobrehumana golpeó a Verräter, estrellándolo contra una pared, liberando al fin al pelirrojo.

Maler, que había entrado tras Ehre, se impactó al ver la reacción de su primo con los ojos llenos de ira, raro en él que nunca dejaba traslucir ningún sentimiento. Avanzó hasta Verräter y lo remató aplastándole el cráneo. Volvió su vista hasta su primo y ensanchó los ojos descomunalmente. Ehre ayudaba al pelirrojo a ponerse de pie y le subía los pantalones puesto que el chico estaba tan conmocionado que no lograba hacerlo solo, luego vio como el azabache se quitaba su chaqueta y se la colocaba al pelirrojo. Con su fino oído pudo escuchar lo que Ehre le susurraba al menor

—Tranquilo, ya paso, estoy aquí—le dijo abrazándolo.

Naivität se aferró a él,  con su rostro pegado al pecho de su secuestrador y que irónicamente ahora le trasmitían tanta seguridad. No pudo más y lloró sin tapujos, estaba muy alterado, no sólo por lo que estuvo a punto de hacerle Verräter, sino precisamente porque fuese Verräter, la única persona en la que confiaba en el mundo.

Ehre le acarició el cabello con dulzura queriendo consolarlo, se inclinó lentamente para no asustarlo y lo cargó, sintiendo como el chico hundía el rostro en su cuello y seguía llorando.

Maler tardó un poco en reaccionar y seguir a Ehre quien ya había salido de la cueva con su preciosa carga. Al iniciar el camino de regreso sonrió internamente —“así que ya te atraparon, querido primo”—pensó divertido.


Continuará…

viernes, 13 de febrero de 2015

Conspiración 6

Capítulo VI

Ziel se sentó al lado de Gelb—¿Estás mejor?

El rubio asintió—sólo estoy avergonzado, me venció un mocosito—comentó sacando la lengua como niño pequeño.

Ziel rio suave—Estás perdiendo el toque.

—Eso jamás—contestó el rubio alzando su puño en señal de amenaza.

—Tuviste suerte—comentó con preocupación Ziel, un descuido así hubiese sido fatal sino fuese por la inexperiencia del pelirrojo.

—Sí—confirmó Gelb—más que fuerza le faltó coraje, lo vi en sus ojos.

Ziel sonrió de medio lado—lo imagino, se nota que ese mocoso no ha estado siquiera en una pelea real.

Gelb asintió con una sonrisa tonta, le agradaba que el emperador fuese una persona con escrúpulos y no un asesino sin corazón.

La amena conversación fue interrumpida por Ode que abrió la puerta y asomó la cabeza—Ziel, quiero hablar contigo.

Las grises orbes de Ziel mostraron fastidio, Ode le caía mal, le parecía una persona traicionera y problemática. Suspiró y le revolvió los cabellos al rubio antes de salir—nos vemos.

Una vez afuera, Ode espetó—no te metas en mis asuntos Ziel, o lo vas a lamentar.

El chico de largo y lacio cabello castaño enarcó una ceja—¿perdón?

—Lo que oíste, no quiero que andes como vieja chismosa contándole a Ehre lo que hago o dejo de hacer.

Ziel sonrió burlón—¿tú crees que a Ehre le interesa tú vida?

Los ojos de la chica refulgieron de furia pero Ziel continuó.

—Además, a mí no me interesa hablar sobre ti, pero tampoco cubrirte las espaldas…

—Tú no…—interrumpió apretando los puños, pero él la volvió a cortar.

—No me interesa si eres un remedo de puta barata pero algo sí te digo, no te metas con el clan o serás tú quien lo va a lamentar.

Ode iba a abofetearlo pero él detuvo su mano, se miraron por un momento trasmitiéndose mutuamente cuanto se aborrecían, hasta que finalmente ella se zafó de su agarre y se marchó mascullando maldiciones.

Ziel suspiró negando con la cabeza y volvió con el rubio, lo encontró de pie tocándose las vendas.

—¿Te sientes bien como para caminar?

—Sí—afirmó el rubio—me molesta un poco, pero he estado peor.

Ziel sonrió—entonces vamos a comer algo.

La tarde estaba muriendo cuando Ehre llegó con Naivität en brazos, todos se sobresaltaron ante la actitud condescendiente de este que sin mediar palabras con sus compañeros llevó al pelirrojo, no al oscuro sótano, sino a su propia habitación. Si hubiera sido otro lo hubiera soltado en el suelo con brusquedad y lo hubiese amenazado siniestramente. Maler simplemente se encogió en hombros cuando las miradas interrogantes se posaron en él.

Ehre entró a su habitación y cerró la puerta, todo ayudado por sus pies pues tenía las manos ocupadas con el chico. Pensaba dejar al pelirrojo en la cama pero este aún lo sujetaba con fuerza y seguía llorando, aunque un poco más calmado; entonces se sentó en la cama recostando su espalda en la cabecera, dejando al pelirrojo sobre sus piernas recargado en su amplío pecho.

Así permanecieron unos minutos, Naivität sollozando tenuemente y Ehre acariciándole constantemente el cabello, compartiendo el calor de sus cuerpos y escuchando el latir de sus corazones, Ehre sentía embriagarse con el dulce olor del chico, sus ojos se clavaron en los labios del menor, hinchados y enrojecidos por el ataque salvaje de aquel hombre, deseaba acariciarlos,  probarlos, en aquel momento el chico pareció calmarse, entonces sus orbes negras buscaron las verdes que enrojecidas por el reciente llanto lo miraban fijamente.

—¿Te sientes mejor?—preguntó con un tono dulce, extrañó en él.

Pero entonces el pelirrojo lo empujó mientras gritaba—¡Suéltame, hijo de puta!—al tiempo que se levantaba.

Ehre se sorprendió sobremanera, cuando alcanzó a reaccionar se puso de pie de un salto para encararlo y por qué no, intimidarlo con su elevada estatura—pero qué coño te pasa ¿estás loco?

—¡Cállate, pervertido, no me vuelvas a tocar!—volvió a gritar con cara de repulsión, alterado como estaba a su mente venía el recuerdo del azabache arrinconándolo en el sótano.

Los gritos, que se escuchaban claramente en el salón, sobresaltaron de nueva cuenta a los demás, quienes se miraron entre sí confundidos, sólo Ziel y Maler parecían calmados, claro sin contar a Wass que pasaba desapercibido. Maler se levantó del sofá y caminó hacia la habitación de Ehre, los demás tragaron grueso pues sabían que acercarse a Ehree cuando estaba molesto era lo mismo que echarse a un pozo de leones enfurecidos.

En la habitación seguía la discusión, ante el intento de Naivität de alejarse Ehre lo tomó por ambos brazos y se le acercó al rostro con semblante amenazante—Mira mocoso, aquí tú no eres más que mercancía y yo soy tú dueño, hago lo que se me da la gana ¿te quedó claro?

—¡vete al diablo, maldito!—replicó Naivität haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no gemir de dolor por la fuerza del agarre, además que se estaba intimidando.

En eso la puerta se abrió dejando pasar a un sereno Maler—Ehre—llamó intentando calmarlo, sabía que cuando Ehre se enojaba no medía las consecuencias de sus actos.

Así, los dos que discutían, callaron y lo miraron molestos, Ehre aún no soltaba al menor.

Maler, entonces por primera vez, pudo ver el rostro del pelirrojo, puesto que en la cueva Ehre se interponía en su campo de visión y cuando lo traía cargado el menor escondía el rostro en el cuello de este.

—Que lindo—pronunció en voz alta sus pensamientos, pues el rostro fino de facciones suaves y bellos ojos esmeralda lo habían cautivado.

Ehre frunció el ceño y arrojó con fuerza al menor a la cama—qué coño quieres, Maler.

Los ojos de Maler no se despegaban de la figura del pelirrojo quien enojado se había incorporado, quedando sentado en la cama, con aquella chaqueta que le quedaba enorme, mordiendo su labio inferior para contener la ira, en un gesto que a Maler le pareció muy sensual.

—te estoy hablando—exclamó Ehre empujándolo furioso por el interés que estaba mostrando por su prisionero.

Naivität  por su parte respiraba agitado, quería insultarlos, golpearlos y maldecirlos, pero sabía que  saldría perdiendo. Provocarlos estaba de más, él estaba en desventaja, en medio de sus cavilaciones no se daba cuenta de las miradas lujuriosas que le lanzaba Maler.

—Ah…ah sí, tenemos una conversación pendiente—dijo sabiendo que con eso Ehre recobraría un poco de cordura.

Ehre respiró profundo, tratando de serenarse, no podía permitir que ese mocoso pelirrojo lo volviera loco—está bien, vamos—exclamó empujando a su primo fuera de la habitación, le echó una última mirada amenazante al pelirrojo antes de él también salir y cerrar con llave la puerta.

Una vez solo Naivität soltó el aire que ni él sabía tenía contenido y se masajeó las sienes con desespero—¡Demonios, qué voy a hacer!



jueves, 12 de febrero de 2015

Conspiración 7

Capítulo VII


Ambos primos llegaron al salón, Ehre con cara de pocos amigos y Maler con un rostro inexpresivo pero regocijándose internamente por tan bello descubrimiento. Los demás estaban callados como meros espectadores.

—¿y bien?—preguntó Ehre impaciente sin disimular su enojo.

Maler suspiró—la hermana mayor conspira contra él—soltó sin preámbulos.

—¡¿qué?!—preguntó con asombro Gelb, quien hasta el momento había permanecido callado, sentado en un sillón individual.

Maler continuó—el chico es el menor de tres hermanos, la mayor es una mujer llamada Eitel, ella mató al hermano del medio y ahora le falta acabar con el pequeño.

—¡que mierda!—intervino Hund, pues si bien ellos eran delincuentes jamás atentarían contra ninguno de los suyos, lo consideraban aberrante—¿y nadie hizo nada?

—No, porque es muy difícil de probar—contestó Maler—el hermano del medio murió cuando el barco en el que viajaba se hundió, todo quedó como un accidente aunque en Brillenglas es un secreto a voces que Eitel pagó por ese hundimiento.

—Qué caso tiene matar a los hermanos, si el trono sólo lo pueden ocupar los varones—preguntó Ehre recordando lo que Maler había dicho al llegar.

—Según la ley actual sí, pero Brillenglas tiene conflictos internos desde hace cinco años, conflictos de carácter político, Eitel sabe que como están las cosas ahora, ningún miembro del consejo se arriesgará a que alguien que no pertenezca a su linaje se siente en el trono. Desconfían demasiado los unos de los otros. Ella está segura que sin sus hermanos tomará pronto el poder, talvez alegue que sea algo temporal, pero lo cierto es que una vez que tome el poder nadie se lo podrá quitar.

—¿El chico huía de su hermana?—preguntó Ehre.

Maler se relamió—Talvez, bueno la intención del pequeño era llegar al reino del oeste, al parecer la princesa Lux estaba dispuesta ayudarle, pero lo habían engañado, Eitel se había enterado por medio del siervo personal del chico y le había dado órdenes a este que lo llevara lejos de Brillenglas y lo matase.

—¡Malnacidos!—exclamó Gelb apretando los puños con enojo.

Hund se sintió cohibido pues él iba a soltar la misma exclamación.

Ehre se pasó una mano por el cabello, preocupado—¿y para qué lo quiere Lord Schlange?

Todos miraron a Maler intrigados.

—El asunto es complicado—dijo este sentándose en el sofá y cruzándose de brazos—¿Cuántos años le calculas al chico?—le preguntó de repente a Ehre.

El azabache frunció el ceño—¿y eso qué tiene que ver?

—Sólo contesta—replicó Maler.

—Catorce—respondió aún sin entender.

Maler sonrió—tiene dieciocho.

—¡estás de coña!-exclamó Gelb—no ves que es un chaparrito lampiño, estás equivocado, yo hasta le calculaba trece.

—¿y qué?-dijo Ode con tono de fastidio—sigue siendo un mocoso—concluyó ya que ella, Ziel, Maler, Wass y Ehre tenían veinticuatro y Gelb y Hund veintitrés.

—-tiene el “Hechizo Eterno” ¿verdad?—interrumpió Ziel con voz serena.

Todos lo miraron extrañados.

—¿lo sabias?—preguntó Maler.

—Fue una sensación que tuve, pero no estaba seguro.

—De qué hablan—preguntó Ehre enojado por sentirse descolocado.

Maler aclaró—la tradición de Brillenglas dice que el emperador en su coronación debe blandir una pesada espada de oro y plata llamada Blesse, esta arma es muy pesada y sólo la blanden fuertes guerreros, si el hombre no puede con ella se considera que no puede con el peso del imperio y por ende no puede ostentar el título de emperador, así que Eitel le lanzó el “Hechizo Eterno” a su hermanito cuando este tenía catorce, lo que significa que él tendrá esa apariencia por siempre, jamás crecerá, ni se desarrollará y su fuerza será siempre la misma. Conclusión: Naivität  no puede con Blesse, pero su hermana que es una machorra como Ode sí.

La mujer lo miró con odio mientras que Gelb y Hund suprimían una sonrisa.

Maler no se inmutó-A Naivität  le corresponde el título de emperador y como tal es tratado, pero ahora que cumplió dieciocho debe hacer el ritual o será despojado del mismo.

—Pobrecito—exclamó Gelb, le parecía horrible no poder experimentar los cambios propios del desarrollo.

Pero los dos primos no compartían su visión, por el contrario les fascinaba la idea de tener a un muchachito pelirrojo por siempre menudito, lozano, de piel suave y tierna, con un rostro infantil terriblemente sexy, ya se imaginaban, cada uno por su cuenta, penetrando el frágil cuerpo, acariciando la tersa piel de porcelana.

—¿Y no puede hacer nada para revertir el hechizo?—preguntó Hund sacándolos de su ensoñación.

—Por algo se llama “Hechizo Eterno”—contestó con burla Ode, indiferente al relato.

—Efectivamente no se puede revertir—dijo Maler—Él pretendía buscar ayuda en el reino del oeste, quería alguna pócima o truco que le ayudara a cumplir con el rito.

—Pero aún no contestas a mi pregunta—intervino Ehre—para qué lo quiere Lord Schlange.

Maler lo miró fijamente—se quiere casar con él y gobernar Brillenglas.

—¡Qué!—ahora sí, Gelb y Hund gritaron al unísono para después callar de golpe, avergonzados.

—Hace un siglo atrás—habló Maler—hubo un emperador en Brillenglas que padecía una rara enfermedad que lo mantenía siempre débil y no podía  realizar el rito, para no peder el  trono se casó con el Duque Burg, este hizo el ritual y él gobernó como consorte. Esa ley sigue vigente y Lord Schlange piensa aprovecharla. Por lo que sé él ya le hizo la propuesta a nuestro querido prisionero recalcando que su problema no tenía solución, pero el pequeño lo rechazó, así que Lord Schlange acudió a nosotros.

—Cómo puede haber tanto lío alrededor de alguien tan chiquito—dijo Gelb aún incrédulo.

Después de eso hubo silencio, todos trataban de asimilar lo escuchado, al cabo de un rato Ehre salió de la casa sin dar ninguna explicación y nadie le preguntó nada, sabían que quería meditar y en momentos así era mejor no molestarle.

Por su parte Wass, quien había estado en silencio en un rincón de la sala se acercó a Hund pero este se levantó y salió de allí obviándolo. Gelb al ver esto sintió una punzada en el pecho y bajó el rostro, se sentía terrible, muy arrepentido de sus acciones, había traicionado a Hund, su mejor amigo y todo por falta de carácter, cuando Ode le había hecho aquella horrible propuesta no se detuvo a pensar en nada, estaba desesperado por agradarle y ahora, como si el mundo se burlara de él, no sentía más que aversión por la chica. Había entregado todo y se había quedado con las manos vacías.

Ode, que miraba fijamente a Gelb trató de hablarle, pero la mirada de advertencia de Ziel la hizo desistir y frunciendo la boca con desdén salió de allí.

Mientras esto ocurría Maler no dejaba de mirar el pasillo donde estaba la habitación de Ehre, sentía ansias de volver a ver a ese pelirrojo de rostro hermoso, sin poder contenerse más se levantó y avanzó hacia la habitación, había ideado un plan de conquista.

Gelb, al percatarse de la intención del pelinegro, miró a Ziel con preocupación, pero este se encogió en hombros restándole importancia.


Ya frente a la puerta, Maler usó su técnica de tinta para abrir con suavidad el cerrojo, embelesando sus sentidos con la dulce fragancia del pelirrojo. Sonrió, aprovecharía al máximo la ausencia de Ehre.