Capítulo VI
La trampa
Después de bañarse y
lavarse la boca buscó su ropa, desdichadamente
la camisa había perdido todos los botones y eso era un problema, no podía mostrar su pecho y estómago porque
estaba lleno de las marcas dejadas por el ruso —“me dejaría en ridículo
“—pensó fastidiado. Buscó en las gavetas
y consiguió una franelilla negra, obviamente le quedaba grande pero si la usaba
por dentro del pantalón y luego con la camisa encima se disimulaba. Satisfecho salió a su primera “inspección”, bajó la escaleras
con aplomo, percibió las miradas sobre él pero no se inmutó, si algo lo
distinguía era su actitud segura, siguió bajando hasta llegar al último piso,
iba pensando en cómo iniciar una conversación pero no fue necesario, apenas
dejó las escaleras cuando un sujeto con el cuerpo todo tatuado lo encaró.
—Dejan entrar a
mocosos a un lugar como este—dijo burlón
sin saber de quién se trataba, pues era un reo
que acababa de llegar esa mañana y creyó estúpidamente que si se mostraba
agresivo desde el comienzo los demás lo respetarían, aunque cobarde como era
había elegido a quién le apreció más débil.
—Si dejan entrar a
travestis de tu tipo todo es posible—devolvió Fabrizio.
Los otros reos
rompieron en carcajadas.
El tatuado apretó los
dientes lleno de ira y levantó la mano presto a darle un puñetazo, Fabrizio se
preparó para defenderse y contraatacar,
pero alguien detuvo al otro atrapándole el brazo y torciéndoselo de manera
dolorosa.
—¡Arg!—se quejó con
angustia el hombre.
—Si quieres permanecer
un día más vivo en esta cárcel metete
tus pretensiones en el culo—dijo un hombre pelinegro antes de soltarlo.
Fabrizio vio al tatuado huir como perro apaleado, con
la cara lívida por el susto.
—Tienes agallas para
ser nuevo—le dijo el de cabello oscuro con una sonrisa.
Fabrizio lo miró,
internamente rió —“es tan trasparente” —pensó pues le era claro que le había ayudado porque
sabía que era el puto de Kozlov—“así que es su aliado”— sonrió fingiendo
inocencia—y si no te hubieras metido también hubieses visto mi técnica.
El más alto arqueó las
cejas y rio—mierda, entonces me disculpo.
Algunos de los otros
reos se habían acercado curiosos con la nueva adquisición de Kozlov.
—Estás
disculpado—comentó al descuido, aunque en realidad estaba tomando dato de todo
y todos los que estaban a su alrededor. Los cuchicheos eran muy obvios.
El otro dijo—soy Anton
¿y tú?
Iba a contestar cuando
alguien lo interrumpió—¡Gatito!
Puso los ojos en blanco
con fastidio pues había reconocido la voz.
— ¡Ey, gatito ¿me
olvidaste? Soy yo Petrov—dijo al llegar a su lado e inclinarse para estar a su
altura como quien habla con un chiquillo.
—Cómo olvidar tu cara
de imbécil—contestó Fabrizio con un gesto de tedio. Aunque estaba realizando
otro análisis rápido, ese tal Petrov estaba siendo más amable y su acercamiento
ya no era de carácter sexual ni amenazador, así que debía ser otro lacayo de
Kozlov.
—Siempre ácido,
gatito—sonrió enderezándose y miró a los otros—seguimos entonces con el
partido.
—Igor anda cagando,
todavía hay que esperar—contestó otro un tanto apartado.
—Nah, que puto, estará
cagando toda la mierda de un año—contestó Petrov quien odiaba tener que
esperar.
Fabrizio vio su
oportunidad de integrarse—Yo lo remplazo.
— ¡¿Tú?!—Exclamó con
asombro Petrov—es básquet, nadie aquí baja del metro ochenta y nueve.
Fabrizio lo miró con
prepotencia— ¿Y?
Petrov iba a replicar
pero Anton lo interrumpió—está bien, juega en mi equipo.
El asombro fue general
y a ambos equipos no le hizo gracia, en vez de jugar libremente tendrían que
cuidarse de no lastimar al puto del jefe y el equipo de Anton tenía el disgusto
extra de tener un jugador de tallas minúsculas.
—Vamos— le dijo Anton
palmeándole la espalda para ingresar a la cancha.
Fabrizio caminó a su
lado pensando que era un sujeto peligroso, pues esa excesiva amabilidad
revelaba un carácter de lambiscón nato, mientras el tal Petrov era del tipo que
solo cumplía órdenes, Anton era del tipo que trata de lamerle las botas al jefe
llevándole noticias que este no ha pedido.
—¡Bueno muchachos, a
ganarle al equipo de la “comarca”!—bromeó Petrov y los otros estallaron en risas.
—Maldición—murmuraron
los del equipo de Anton.
Se ubicaron los
jugadores, Fabrizio apenas podía verse entre ese montón de sujetos altos y
macizos.
—Esto es una tontería,
van a terminar lastimándolo—murmuró uno de los espectadores.
—Y no quisiera estar en
el pellejo de ellos si eso sucede—contestó el que estaba a su lado.
Sonó el pitazo inicial,
el rebote lo ganó Petrov y enseguida le hizo un pase a su compañero, pero este
no llegó a su destino, Fabrizio lo interceptó y en una jugada magistral encestó
de tres ante la estupefacción de todos.
—Los orcos son muy
lentos—dijo esbozando una sonrisa de superioridad, devolviendo la comparación.
Mientras un hombre de
apariencia prolija observaba un tanto apartado—“así que ese es el nuevo
puto”—pensó con los ojos fijos en Fabrizio. La verdad él era uno de los putos
de Vladimir, estaba allí porque Kozlov había solicitado uno para follarlo con fuerza, según necesitaba
descargar la furia que no podía usar con su nuevo putito porque “es muy
delicado”. La rabia lo había carcomido cuando le daban las indicaciones ¿Desde
cuándo Kozlov cuida a sus putos? Él es como todos que los folla sin compasión y
luego los tira ¿qué mierda tiene de especial ese? ¿Qué es italiano? ¿Qué es
pequeño? Pfff esa no son precisamente cualidades destacables, ni siquiera cuida
su imagen, está vestido como un niño
andrajoso. Definitivamente tenía que desaparecerlo de mapa.
Volviendo al partido,
los espectadores estaban interesados porque el partido estaba muy reñido,
Fabrizio no solo los había sorprendido con una habilidad prodigiosa para los
tiros de tres sino que también era hábil para robar el balón, hasta habían reos
animando unos a favor de un equipo y otros del otro, pero cuando Fabrizio
marcaba a un jugador y este quiso hacer una finta terminó golpeándolo con el
codo en la sien, derribándolo y atontándolo. Se hizo un silencio
sepulcral. Anton y Petrov fueron los
primeros en reaccionar, este último lo tomó con delicadeza llamándolo.
—Ey gatito ¿Me
escuchas?
—El que le había
golpeado miraba pálido la escena.
El puto que esperaba
que Kozlov terminara sus negocios para entrar a dar sus servicios vio en ese
momento la perfecta oportunidad, sonriendo con malicia se sacó uno de sus
anillos y se acercó a donde estaba la conmoción—denle espacio para que
respire—dijo sorprendiendo a los otros, se agachó y le acarició la cara al italiano—muchacho,
oye—llamó mientras su otra mano deslizaba el anillo en el bolsillo del pantalón
de Fabrizio sin que nadie se diera cuenta.
—Um…es…estoy
bien…—murmuró este abriendo los
ojos al fin.
—¡Gatito!—exclamó
eufórico Petrov—¡Mierda, que cagazo me
has dado.
Todos suspiraron de
alivio y mientras conversaban con Fabrizio cerciorándose de su estado, el puto
se retiró yendo de nuevo a la puerta donde esperaba el llamado de su cliente. Sus ojos seguían
fijos en el italiano y cuando por fin escuchó el “entra” de su cliente esbozó
una cruel sonrisa. Una vez en el cuarto con Kozlov este lo tomó con rudeza,
manoseándolo de forma tosca, empujándolo contra la pared sin consideración, no
lo besaba porque Kozlov nunca besaba a
los putos, Fabrizio era la excepción, el
desespero de Kozlov era notable pero el puto no lo dejó desahogarse, de una vez
comentó hipócrita: —es muy bonito tu nuevo puto.
Kozlov que le estaba
quitando el pantalón respondió—um ¿lo viste en la prensa?
Y este replicó con
falsa inocencia—no, afuera, creí que era exclusivo pero veo que ya te aburrió.
Kozlov se detuvo y lo
empujó contra la pared—qué mierda dices.
—Yo solo…es que como lo
vi cariñoso con uno de los hombres…—mintió con un fingido tono de nerviosismo.
Como un vendaval Kozlov
salió de la habitación, Fabrizio no tenía permitido salir de la celda, no podía
estar allí, eso pensaba pero lo vio y a
Petrov conversando muy cerca de él, fúrico como un animal herido se acercó a ellos tomando a todos por
sorpresa, descargó un fuerte puñetazo sobre Petrov derribándolo al instante y
tomó con violencia a Fabrizio del brazo arrastrándolo escalera arriba.
— ¡Qué te pasa…estás
loco!—exclamó el italiano aguantando el dolor pues le apretaba el brazo con
mucha fuerza, pero enseguida se calló, los ojos del ruso mostraban una frialdad
que causaba escalofríos—“¿pero qué sucedió?”—pensó confundido.
Mientras nadie se
atrevía siquiera a pestañear, cuando
Kozlov enfurecía era verdaderamente terrible,
Petrov con la boca llena de sangre se levantó con dificultad y volvió a
su celda, sabía que debía estar preparado para cualquier castigo, un puñetazo
no calmaría la ira de su jefe, aunque no lograba entender el motivo de la
misma. El puto por su parte se limitó a sonreír satisfecho.
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