lunes, 30 de marzo de 2015

Zozobra Capítulo 6

Capítulo VI
La trampa



         Después de bañarse y lavarse la boca buscó su ropa, desdichadamente  la camisa había perdido todos los botones y eso era un problema,  no podía mostrar su pecho y estómago porque estaba lleno de las marcas dejadas por el ruso —“me dejaría en ridículo “—pensó  fastidiado. Buscó en las gavetas y consiguió una franelilla negra, obviamente le quedaba grande pero si la usaba por dentro del pantalón y luego con la camisa encima se disimulaba. Satisfecho  salió a su primera “inspección”, bajó la escaleras con aplomo, percibió las miradas sobre él pero no se inmutó, si algo lo distinguía era su actitud segura, siguió bajando hasta llegar al último piso, iba pensando en cómo iniciar una conversación pero no fue necesario, apenas dejó las escaleras cuando un sujeto con el cuerpo todo tatuado  lo encaró.

—Dejan entrar a mocosos  a un lugar como este—dijo burlón sin saber de quién se trataba, pues era un reo  que acababa de llegar esa mañana y creyó estúpidamente que si se mostraba agresivo desde el comienzo los demás lo respetarían, aunque cobarde como era había elegido a quién le apreció más débil.

—Si dejan entrar a travestis de tu tipo todo es posible—devolvió Fabrizio.

Los otros reos rompieron en carcajadas.

        El tatuado apretó los dientes lleno de ira y levantó la mano presto a darle un puñetazo, Fabrizio se preparó para defenderse y  contraatacar, pero alguien detuvo al otro atrapándole el brazo y torciéndoselo de manera dolorosa.

—¡Arg!—se quejó con angustia el hombre.

—Si quieres permanecer un día más vivo en esta cárcel  metete tus pretensiones  en el culo—dijo  un hombre pelinegro antes de soltarlo.

Fabrizio  vio al tatuado huir como perro apaleado, con la cara lívida por el susto.

—Tienes agallas para ser nuevo—le dijo el de cabello oscuro con una sonrisa.

Fabrizio lo miró, internamente rió —“es tan trasparente” —pensó pues  le era claro que le había ayudado porque sabía que era el puto de Kozlov—“así que es su aliado”— sonrió fingiendo inocencia—y si no te hubieras metido también hubieses visto mi técnica.

El más alto arqueó las cejas y rio—mierda, entonces me disculpo.

Algunos de los otros reos se habían acercado curiosos con la nueva adquisición de Kozlov.

—Estás disculpado—comentó al descuido, aunque en realidad estaba tomando dato de todo y todos los que estaban a su alrededor. Los cuchicheos eran muy obvios.

El otro dijo—soy Anton ¿y tú?

Iba a contestar cuando alguien lo interrumpió—¡Gatito!

Puso los ojos en blanco con fastidio pues había reconocido la voz.

— ¡Ey, gatito ¿me olvidaste? Soy yo Petrov—dijo al llegar a su lado e inclinarse para estar a su altura como quien habla con un chiquillo.

—Cómo olvidar tu cara de imbécil—contestó Fabrizio con un gesto de tedio. Aunque estaba realizando otro análisis rápido, ese tal Petrov estaba siendo más amable y su acercamiento ya no era de carácter sexual ni amenazador, así que debía ser otro lacayo de Kozlov.

—Siempre ácido, gatito—sonrió enderezándose y miró a los otros—seguimos entonces con el partido.

—Igor anda cagando, todavía hay que esperar—contestó otro un tanto apartado.

—Nah, que puto, estará cagando toda la mierda de un año—contestó Petrov quien odiaba tener que esperar.

Fabrizio vio su oportunidad de integrarse—Yo lo remplazo.

— ¡¿Tú?!—Exclamó con asombro Petrov—es básquet, nadie aquí baja del metro ochenta y nueve.

Fabrizio lo miró con prepotencia— ¿Y?

Petrov iba a replicar pero Anton lo interrumpió—está bien, juega en mi equipo.

        El asombro fue general y a ambos equipos no le hizo gracia, en vez de jugar libremente tendrían que cuidarse de no lastimar al puto del jefe y el equipo de Anton tenía el disgusto extra de tener un jugador de tallas minúsculas.

—Vamos— le dijo Anton palmeándole la espalda para ingresar a la cancha.

Fabrizio caminó a su lado pensando que era un sujeto peligroso, pues esa excesiva amabilidad revelaba un carácter de lambiscón nato, mientras el tal Petrov era del tipo que solo cumplía órdenes, Anton era del tipo que trata de lamerle las botas al jefe llevándole noticias que este no ha pedido.

—¡Bueno muchachos, a ganarle al equipo de la “comarca”!—bromeó Petrov  y los otros estallaron en risas.

—Maldición—murmuraron los del equipo de Anton.

Se ubicaron los jugadores, Fabrizio apenas podía verse entre ese montón de sujetos altos y macizos.

—Esto es una tontería, van a terminar lastimándolo—murmuró uno de los espectadores.

—Y no quisiera estar en el pellejo de ellos si eso sucede—contestó el que estaba a su lado.

Sonó el pitazo inicial, el rebote lo ganó Petrov y enseguida le hizo un pase a su compañero, pero este no llegó a su destino, Fabrizio lo interceptó y en una jugada magistral encestó de tres ante la estupefacción de todos.

—Los orcos son muy lentos—dijo esbozando una sonrisa de superioridad, devolviendo la comparación.

        Mientras un hombre de apariencia prolija observaba un tanto apartado—“así que ese es el nuevo puto”—pensó con los ojos fijos en Fabrizio. La verdad él era uno de los putos de Vladimir, estaba allí porque Kozlov había solicitado uno  para follarlo con fuerza, según necesitaba descargar la furia que no podía usar con su nuevo putito porque “es muy delicado”. La rabia lo había carcomido cuando le daban las indicaciones ¿Desde cuándo Kozlov cuida a sus putos? Él es como todos que los folla sin compasión y luego los tira ¿qué mierda tiene de especial ese? ¿Qué es italiano? ¿Qué es pequeño? Pfff esa no son precisamente cualidades destacables, ni siquiera cuida su imagen, está vestido  como un niño andrajoso. Definitivamente tenía que desaparecerlo de mapa.

        Volviendo al partido, los espectadores estaban interesados porque el partido estaba muy reñido, Fabrizio no solo los había sorprendido con una habilidad prodigiosa para los tiros de tres sino que también era hábil para robar el balón, hasta habían reos animando unos a favor de un equipo y otros del otro, pero cuando Fabrizio marcaba a un jugador y este quiso hacer una finta terminó golpeándolo con el codo en la sien, derribándolo y atontándolo. Se hizo un silencio sepulcral.  Anton y Petrov fueron los primeros en reaccionar, este último lo tomó con delicadeza llamándolo.

—Ey gatito ¿Me escuchas?

—El que le había golpeado miraba pálido la escena.

        El puto que esperaba que Kozlov terminara sus negocios para entrar a dar sus servicios vio en ese momento la perfecta oportunidad, sonriendo con malicia se sacó uno de sus anillos y se acercó a donde estaba la conmoción—denle espacio para que respire—dijo sorprendiendo a los otros, se agachó y le acarició la cara al italiano—muchacho, oye—llamó mientras su otra mano deslizaba el anillo en el bolsillo del pantalón de Fabrizio sin que nadie se diera cuenta.

—Um…es…estoy bien…—murmuró  este abriendo los ojos  al fin.

—¡Gatito!—exclamó eufórico Petrov—¡Mierda, que cagazo me  has dado.

        Todos suspiraron de alivio y mientras conversaban con Fabrizio cerciorándose de su estado, el puto se retiró yendo de nuevo a la puerta donde esperaba  el llamado de su cliente. Sus ojos seguían fijos en el italiano y cuando por fin escuchó el “entra” de su cliente esbozó una cruel sonrisa. Una vez en el cuarto con Kozlov este lo tomó con rudeza, manoseándolo de forma tosca, empujándolo contra la pared sin consideración, no lo besaba porque Kozlov nunca besaba  a los putos, Fabrizio era la excepción,  el desespero de Kozlov era notable pero el puto no lo dejó desahogarse, de una vez comentó hipócrita: —es muy bonito tu nuevo puto.

Kozlov que le estaba quitando el pantalón respondió—um ¿lo viste en la prensa?

Y este replicó con falsa inocencia—no, afuera, creí que era exclusivo pero veo que ya te aburrió.

Kozlov se detuvo y lo empujó contra la pared—qué mierda dices.

—Yo solo…es que como lo vi cariñoso con uno de los hombres…—mintió con un fingido tono de nerviosismo.

       Como un vendaval Kozlov salió de la habitación, Fabrizio no tenía permitido salir de la celda, no podía estar allí, eso pensaba pero lo vio y a  Petrov  conversando muy cerca  de él, fúrico como un animal herido  se acercó a ellos tomando a todos por sorpresa, descargó un fuerte puñetazo sobre Petrov derribándolo al instante y tomó con violencia a Fabrizio del brazo arrastrándolo escalera arriba.

— ¡Qué te pasa…estás loco!—exclamó el italiano aguantando el dolor pues le apretaba el brazo con mucha fuerza, pero enseguida se calló, los ojos del ruso mostraban una frialdad que causaba escalofríos—“¿pero qué sucedió?”—pensó confundido.


        Mientras nadie se atrevía siquiera a pestañear,  cuando Kozlov enfurecía era verdaderamente terrible,  Petrov con la boca llena de sangre se levantó con dificultad y volvió a su celda, sabía que debía estar preparado para cualquier castigo, un puñetazo no calmaría la ira de su jefe, aunque no lograba entender el motivo de la misma. El puto por su parte se limitó a sonreír satisfecho.

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